Ha subido el paro, Amancio Ortega se ha caído del top ten de los ricachos europeos y una de las hijas de la Preysler no llega a fin de mes. La crisis del 29 va a ser una broma con lo que se avecina. Lo que más me duele es que la joven Tamara Falcó se haya ido a vivir a París y casi casi tenga que vender paquetes de clinex por la orilla del Sena. Dice que está todo muy caro, 'trop chér' osea, y que cuando vivía en casa con mamá esas cosas no pasaban. Es lo que tiene la emancipación. Claro que también se habría podido ir a Las Hurdes a escardar cebollinos ya que allí la vida está mucho más barata. Eso sí, no es probable que Chanel incluya esta bonita zona en sus planes de expansión. Ahora se dará cuenta del esfuerzo que ha tenido que hacer su señora madre para sacarla adelante. Se diría que ha tenido una vida fácil pero hay que estar ahí poniéndose ciega de Ferrero Rocher o alicatando el baño con azulejos de Porcelanosa para saber lo que vale un peine. Por no hablar del trauma de haberse casado con Julio Iglesias ¡Hey! Eso no tiene precio. Amancio llega a fin de mes sobrado y vive en Galicia que es bastante más económico pero le han apeado de los galácticos millonetis de Europa. Estaba el tercero y ahora está el undécimo. No sabía que le iba a hacer tanta mella en la facturación que ya no me compre los gayumbos en Zara y lo haga en H&M. Son de menos calidad pero como los exhibo tan poco, salvo cuando hago la colada, como que me da igual. Ya saben que la hija de don Amancio es amazona. Como siga la crisis no descarten que tenga que competir a lomos de un poney. Me irrita más aún porque el primero de la lista sigue siendo el dueño de Ikea. Sí, ese sueco caradura que se enriquece vendiéndonos unas tablas que luego nosotros convertimos en muebles. Bueno, en mi caso, dada mi maña, en alguna ocasión las he convertido en una escultura de vanguardia. Es decir que le hacemos el trabajo y él se lleva los beneficios. Le parecerá bonito al señor 'Morrosson'.
3 de junio de 2008
19 de marzo de 2008
RETRATO ROBOT DE UN TIPO FELIZ
Sería una lástima que estas fechas de procesiones y torrijas desviaran la atención sobre un exhaustivo y sesudo estudio sobre la felicidad de los españoles. Las conclusiones son revolucionarias. El retrato robot refleja que el ciudadano dichoso es joven, tiene una pareja estable, una familia estupenda y un sueldo cojonudo. Asombroso. Cuando todos creíamos que para ser feliz, además de tener un camión, había que haber pasado de los sesenta y cinco, padecer almorranas, tener más cuernos que el abuelo de Bambi, una familia peor que los Manson y una pensión de jubileta por debajo de los quinientos euros ahora estos eminentes sociólogos vienen a iluminar nuestra supina ignorancia. Si a los factores que conforman la felicidad nacional suma usted ser de Navarra, tierra a la que adoro de tal modo que sería capaz de ir a Pamplona por Semana Santa hincado de hinojos y escuchando en el ipod a La Oreja de van Gogh ya que toda penitencia merecería la pena, pues está usted ante el sumun de la felicidad patria. Al parecer en esta comunidad foral, en Catalunya, Aragón y Extremadura el índice de gentes felices es superior a la media. Aquí en Madrid ya saben que sigue ganando el PP. Es tal la credibilidad de este ya legendario tratado sociológico encargado por Coca Cola, ya saben, la chispa de la vida, que han embarcado a Punset para darle solvencia. Dice Punset que el dinero importa poco sobre todo a quien ya lo tiene. Un colofón de una colosal madurez intelectual. Qué menos se merecía el estudio. Al parecer, tras más de dos mil quinientas entrevistas telefónicas y un margen de error del dos menos dos, se ha demostrado que a las Kopolowitz les preocupan más las patas de gallo y las durezas de los pies que cómo pagar la hipoteca. Insólito. Qué sería de este país sin estas radiografías. Durante la presentación se resaltó un elemento contradictorio de primer orden. El 76% de las personas que se declaran muy felices ansían tener hijos pero luego dejan de ser dichosos cuando los tienen. Normal ¿Han visto cómo se ha puesto Paquirrín? Eso sí, he de confesar, desde la más absoluta modestia, que por fin este manual de cómo ser feliz sin que sea desgraciado tu vecino hace justicia a las teorías que mantengo desde que se inventó la escarpia. El bricolaje es un puto infierno. Esta vez no lo digo yo. Lo dice Punset. También el 76% de los que practican este hobby se declaran infelices. Qué extraño ¿verdad? ¿Cómo se puede comparar un orgasmo incluso con la propia pareja a la dicha de montar una cómoda de Ikea? No hay color. Y además siempre sobran tornillos.
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cambalache
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3/19/2008
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7 de agosto de 2007
BIENVENIDO A LA REPÚBLICA INDEPENDIENTE DE SU... (PUTA MADRE)
Ni se les ocurra hablarme de turismo alternativo. Ni de deportes de riesgo. Ni de puenting ni de raffting ni de hostings. He estado en Ikea. Eso sí que es una aventura. Ya me gustaría a mí ver al moña de Indiana Jones con el carrito por los pasillos de este Guantánamo de los muebles y los complementos ¿Buscar el Santo Grial? Menuda gilipollez majete. ¿Tú has probado a buscar la estantería negra lacada con referencia 200.67.89.62 en el pasillo 32 departamento 4B? Nos ha jodío. Yo sí. Y eso que iba preparado. Me había llevado hasta un clavito para hacer yo mismo los agujeritos de la regadera que me quería comprar, pero ni por esas. Ustedes pensarán que un martes de agosto al menos habría poca gente y que incluso tendrías espacio y tiempo para empezar allí a montar las piezas del orinal del nene (el pis lo tiene que poner él, no viene en bolsita). Qué va. A rebosar. Como si hubieran organizado una excursión desde la playa de Torrevieja. Jóvenes parejas recién llegadas de ver el piso piloto, matrimonios con trienios que les da por cambiar el sofá de escay una vez que se les han despellejado las pìernas al levantarse a por agua en pleno verano, solteros amantes del puto bricolaje, ancianas que invierten buena parte de su pensión en renovar la espumadera y el colador, niños que lloran porque quieren un lapicerito de Ikea (lo único gratis y que viene ya hasta con la punta sacada)... En fin, todo un microcosmos muy edificante y eficaz para fortalecer aún más el aprecio que tengo a mi perro Bruno a quien, por cierto, me regalaron de una sola pieza. A ver si aprendemos. Menos mal que iba en inmejorable compañía. Una bonita joven con la que me une menos de lo que quisiera había solicitado mis servicios. Como porteador, claro está. Y que conste que no habrá sido porque yo no le haya ampliado la oferta de prestaciones. Un latin lover es un latin lover con veinte y con cuarenta. Allí nos fuimos prestos a comprar un mueble. Bueno, para ser más exacto prestos a adquirir aquello que la cultura sueca entiende como mueble. A saber. Una caja que pesa como la madre que la parió llena de maderas de aglomerado que, de manera indefectible, es muy fácil de montar. Y una mierda ¿Fácil para quién? ¿Para el barbudo de Bricomanía? ¿Para un ingeniero de Caminos? ¿Soy yo gilipollas? Ahórrense la respuesta ¿Qué significan las rayas discontinuas que rodean a los tornillos? ¿Por qué me compro un mueblecico para ordenar los cedés y el plano de montaje parece el del reactor nuclear de Vandellós? Y así todo. Menos mal que por lo menos sólo tardaron cuarenta y cinco minutos adicionales en entregarnos más piezas del presunto mueble. Un chollo oiga. Y ni se le ocurra pasar el sofocón en la cafetería. Todo sea que pida usted un café con hielo y se tenga que ir con Juan Valdés a Colombia a buscarlo. Y queda lo peor. Ella sigue sin hacerme ni caso ¿Se puede hacer algo más por alguien que acompañarle a Ikea? Lo dicho. Bienvenido a la República Independiente de su puta madre.
13 de febrero de 2007
Brico-monía
Nunca he sido un manitas. Es más, alguna vez me he visto obligado a tirar un tabique después de haber intentado colgar un cuadro. Cuando, por puro masoquismo, veía al tipo de Bricomanía con su sonrisa perenne invitarnos a construir un sillón Luis XVI de manera sencilla en el mismo tiempo que dura el intermedio de un partido me llevaban los demonios. Para empezar la mayoría de las herramientas que cuelgan a sus espaldas ni las conozco (dudo que las conozca hasta él e incluso que sean herramientas). Es más, las podría confundir perfectamente con una escultura de vanguardia del arte postindustrial. Pero aún es más grave. Aquellas que conozco no las sé utilizar salvo para machacarme los dedos. Claro que digánme a mí quién tiene una nave industrial en casa sólo para practicar el bricolaje. Cosas de la tele. Si haces una chapucilla, cortas plano y sanseacabó. Me gustaría verle a mí, en vivo y en directo, correr detrás de una broca desbocada después de haber apuntado al lugar correcto y acabar con el agujero veinte metros más para allá (cómo saltan joder). Si aludo a estas mis torpezas es que hoy me siento si cabe más humillado. Hace más de cuatro mil años que los monos ya utilizaban herramientas que ellos mismos habían diseñado. Sólo me consuela pensar que siglos antes de que el listillo del Bricomanía viniera a instruirnos, un puñetero chimpancé ya lo hacía con menos medios y sin barba. No descarten que la mona Chita utilizara entre secuencia y secuencia la Black Decker para colgarse la hamaca y tocarse los huevecillos (digo bien; era un macho aunque pasó por España como transexual). Ya sé que en estos tiempos te lo dan casi todo hecho pero es que para mí ese casi es todo un mundo. Por eso he dejado de comprar en Ikea a excepción de las regaderas o los saleros que te los dan de una pieza. Iba a comprar unas flores pero me arrepentí no fuera a tener que montar uno a uno los pétalos. En cierta ocasión adquirí una cómoda o eso creía. Después de deambular por unos estantes con la misma altura que el Mulhacén encontré un número y una letra que coincidía con los que yo llevaba apuntados (lástima que no hubiera sido una bonoloto). Fue la única coincidencia porque luego me dieron una pesada caja llena de maderas. Si es muy fácil, ya verá usted. En un plis plas. Y uno, que no es que tenga en estima sus posibilidades sino que es rematadamente gilipollas, cargó con ese muerto hasta que en casa desplegó el plano ¿Fácil? Y una mierda. No sabía si me había comprado una cómoda o un reactor nuclear. Porque si es fácil y yo me ví obligado a devolverlo, a poco que utilices el proceso deductivo, significa que yo soy un inútil y un manazas. Pues no. O sí, pero una cosa es que me lo diga yo y otra que me lo restriegue una multinacional sueca cuando encima ellos te dan los muebles descuartizados.
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cambalache
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2/13/2007
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