11 de junio de 2007

Perros de arrabal

Sabido es que la cabra tira al monte. Menos sabido era, hasta ahora, que el perro callejero tira al arrabal y que por mucho que te gastes en él en educación cuando está poseído por un espíritu macarra resulta incorregible. En Tailandia, dentro de un proyecto de integración social sin precedentes, el rey Bhumibol Adulyadej decidió dar una oportunidad a los canes barriobajeros. No se le ocurrió otra cosa que reservar unas plazas de perros policía para estos desheredados con objeto de que pudieran tener una oportunidad que la vida hostil les había negado.

De ese ejemplar programa salieron Mok y Lai. Dos perros reinsertados que, a partir de su nuevo trabajo, ya podían presumir de ser dos chuchos hechos a sí mismos y de haberse convertido en dos animales de provecho. No en vano pasaron de husmear en los cubos de la basura a olfatear maletas por el bien de la seguridad nacional. Demasiado cambio. El éxito se les subió a la cabeza. Dejaron de frecuentar los arrabales que les vieron crecer, se volvieron engreídos, rechazaban con displicencia los huesos, los agasajos y elogios les transmutaron en dos perros tontorrones e insoportables que incluso se bañaban y no albergaban en sus lomos parásito alguno. Nunca se conoció caso en el que el hombre y el perro acercaran tanto sus personalidades.

Sin embargo, debajo de ese manto de arrogancia, dormitaba el monstruo del arrabal. Mok y Lai comenzaron a ejercer de lo que nunca habían dejado de ser. Mok, una vez consumada su labor de olfateo entre los equipajes, gustaba de levantar la patita y echarse un orín acaso para dar testimonio de que esos bultos ya estaban revisados. Claro que a los pasajeros, esa señal como que no acababa de gustarles en exceso. Imaginen que se han comprado unas sales de baño con aroma a jazmín y al probarlas en casa sale usted de la ducha con una tufarada a meado de perro. Qué desagradable.

No contento con ello también acosaba a las pasajeras a quienes prensaba su pierna entre sus patas al tiempo que procedía a unas convulsiones propias de la coyunda sexual. Dado que los casos de zoofilia no son ni mucho menos mayoritarios, esta actitud de Mok tampoco era muy del agrado de los turistas. En suma, que Mok y su compinche han sido puestos de patitas (nunca mejor dicho) en la calle.

Las autoridades, quizás para no admitir del todo su fracaso, les han recolocado en una granja de cerdos, pollos y gallinas en tareas de vigilancia. Con los modales que gastan a ver cuanto tiempo tardan en robarles el pienso a los pollos para revenderlo o en amenazar a los cerdos con quitarles las bellotas si no se dejan mordisquear los jamones.

"Eran tan buenos como los perros extranjeros entrenados para luchar contra la droga, pero eran callejeros y sus modales eran mucho peores que los de los perros de raza", se ha lamentado el teniente coronel Kamhon, ex entrenador de Mok. Cuanto me recuerda a mis profesores. (Nota del autor: Habida cuenta de que la naturaleza de la noticia, por su carácter pintoresco, pueda invitar a pensar que he desayunado un sol y sombra en vez de la taza de Cola Cao les aseguro que es verídica como pueden comprobar en www.20minutos.es. Saludos)

1 comentario:

Anónimo dijo...

La evolución de esos canes, es parecida a la de muchos perros de dos patas.

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