23 de abril de 2007

Vaya faena

Entre carcajada y carcajada me he quedado altamente contrariado y asaz estupefacto. Estaba uno colmado de dicha (descojonado vivo, vamos) viendo cómo los veleros de la Copa de América llevan días más parados que un gato de escayola por la falta de viento cuando un suceso que pudiera antojarse baladí me ha agriado el gesto. El Principe campechano, hijo del Rey más campechano que monarquía alguna llegara a conocer, no entra en el sofá que le han preparado en la Ruber para esperar el inminente natalicio.

Al disgusto que me he llevado por semejante contrariedad se suma que son apenas dos centímetros los que separan su merecida comodidad del venidero tormento. El sofá mide uno noventa y cinco y don Felipe uno noventa y siete. Como se da por hecho que su higiene y aseo personal es máximo evitamos aconsejar a su majestad que se corte al ras las uñas de los pies a ver si así se encajona un sueñecito durante la espera. A mí me parece falta de previsión ya que, con lo que entran y salen los infantes de la maternidad, ya podrían haberles tomado medidas hasta para ubicar al milímetro los urinarios.

Y no será porque la broma sale barata. Con lo que cobran en la Ruber por dar a luz el vástago te tiene que salir, mínimo, niño/a prodigio en su más amplia acepción. Nada menos que unos cuatrocientos eurazos por habitación y la Casa Real ha reservado hasta cuatro. Una de dos. O esperan quintillizos o se van a quedar a vivir allí para ahorrar la gasolina de los viajes.

La cercanía de la buena nueva me tiene en ascuas. Con decirle que me tengo que echar las valerianas en un contenedor y tragar con un garrafón de cinco litros les digo todo. Qué decir en la propia clínica. Se ha armado un revuelo de padre y muy señor mío. Se dice que uno de los médicos promete a los pacientes que si se portan bien le dirá al Rey que baje a saludarle. Se sospecha que pudiera ser para que se adormeciera con sus discursos y ahorrarse un pico en anestesia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A faenar con los pescadores mandaba yo al principito, y menos puterías de veleros.A ver si así iba amortizando algo del pico que nos ha costado su chabolo.

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