No hay mejor consuelo que quitarnos de vez en cuando las orejeras y mirar al exterior para ver que España va bien. No sabía cómo rescatar del baúl de los recuerdos esta coletilla histórica. Acaso el mayor legado, junto al 'estamos trabajando en ello', que nos dejara Jose, ese hombre al que debemos dejar en paz por el amor de Dios. En este nuestro país es posible que nos cobren impuestos por construir aceras aunque a cambio sólo nos den zanjas. Que hagan lo propio para que podamos ir al especialista y nos dé cita cuando ya nos hayamos quitado la dolencia con unos hierbajos que nos aconsejó la vecina del quinto, pero, por el momento, no nos cobran en la declaración de la renta por vivir en pecado. Claro que tampoco desgrava. He mantenido mis dudas sobre la conveniencia de dar cobertura a este suceso. La maña que se da la Iglesia para pasar el cepillo y llenar la buchaca me escama. A ver si ahora, por mi culpa, les voy a dar ideas. Me arriesgaré a ello por puro egoísmo ya que, de cundir el ejemplo, un servidor no se hallaría entre los afectados. Un cura rumano ha impuesto a su grey una 'tasa de fornicación' para aquellos que, antes de pasar por el altar, hayan convivido o convivan en concubinato. Dice Petrica Bratu (es evidente que es una noticia verídica ya que mi intelecto no alcanzaría para inventar ese nombre) que el vestido blanco de novia no tiene sentido si los jóvenes viven en la depravación. Ante este escenario propio de Sodoma el párroco, en vez de recomendar a las futuras esposas que se casen de rojo pasión o en vaqueros, ha optado por sacar los cuartos a los feligreses. El tipo ha fijado hasta tarifas que van de los quince a los cien euros. Aunque no ha desmenuzado esta franja impositiva se deduce que la sanción más baja corresponde a ver juntos la tele sentados en el sofá con el brazo sobre el hombro y tocamiento de pezón. Póngamos unas tarifas medias de unos 30 euros por tocamientos consentidos de mayor calado, una de sesenta por fornicación abierta hasta llegar a la máxima que correspondería a la novia embarazada o con niño en brazos en el altar (esta última, con título de cuadro de la escuela flamenca, sí ha sido especificado por el cura). Según cuenta el propio sacerdote, los vecinos de Valea Sarii están como unas castañuelas con este decreto. Eso dice él claro está. Los mozos y mozas que se quieran ahorrar a partir de ahora el tributo tendrán que volver al magreo en el utilitario, a engancharse la ropa interior en la palanca de cambios o a darse decenas de coscorrones contra el techo. Y eso hasta que el cura de la brigada antivicio se dé cuenta y vaya con un ciclomotor por los parques del pueblo multando a los ardientes novios. P.D: Si Rouco toma nota de esta medida declino cualquier responsabilidad
Paco Miranda, «pianista de oído», in memoriam
Hace 1 semana
No hay comentarios:
Publicar un comentario