9 de diciembre de 2006

McDonald se enrolla

Estas cosas sólo pasan en Navidad. No todo iban a ser bombas fétidas. La multinacional de la alta cocina carnívora McDonald ha decidido adelantarse a Papa Noel y regalar a los chavales un gimnasio para que rebajen la lorza. La comida será la misma mierda de siempre pero, eso sí, con la posibilidad de vomitarla mientras pedaleas, con carácter gratuito, sobre una bicicleta estática. Dicen que están muy preocupados por la obesidad en los menores. Por lo menos tanto como Bush por el futuro del pueblo iraquí o yo mismo por la salud de Pinochet. Esta honda desazón por la zampa de los críos no significa, que se sepa, que a partir de ahora vayan a ofertar un menú de burger de acelgas en pan integral. Las hamburguesas serán del mismo pelo o más, con más pisos que el Empire, con la lechuga que le sobró a Piolín asomando para disimular y la mayonesa con un color más sospechoso que Julián Muñoz. Cada vez que veo el grosor me preguntó qué boca, con excepción de la de los cocodrilos, puede llevarse al coleto semejante emparedado. No sé, acaso se me viene a la memoria la Linda Lovelace de 'Garganta Profunda' aunque lo suyo fuera otro tipo de carne. Y luego lo que chorrea. No me digan que nunca se les ha metido por la bocamanga una riachuelillo mixto de ketchup y mostaza. No obstante, no me voy a poner yo ahora exquísito. Yo también fue un 'chico burguer' aunque dejé de ir cuando regalaban aquellas coronas de cartón y no se ajustaban, por diminutas claro está, a mi perímetro craneal. Las mofas de mis colegas, y que no ligábamos ná de ná, hicieron el resto. Luego decimos que el capitalismo salvaje sólo se enternece ante una sabrosa cuenta de resultados. McDonald nos ha roto los esquemas. Ha tocado nuestro corazoncito. Ellos ceban a su niño o niña, le ponen como un cerdo o cerda si es menester pero si el infante no sale del local con los abdominales como una tabla de lavar es porque no quiere y porque lo suyo ya no es hambre sino vicio. Medios tiene para ello. Sólo queda que esta altruista iniciativa no se quede aquí. Bien pudieran poner en los estancos talones descuentos para el especialista del pulmón o confesionarios en los clubes de putas por si, después del folleteo fuera de cacho, urge el arrepentimiento.

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