25 de noviembre de 2006

El poderoso influjo de la tele

Hay quien en su afán desmedido por salir en la tele es capaz de escribir un libro, pintar cuadros o descubrir vacunas. Incluso los más radicales llegan a decir cosas sensatas. No les basta con no hacer absolutamente nada más que salir en la tele que es a lo que se dedican, que se sepa, muchos personajes entre pintorescos y abominables. Todos los conocemos pese a que algunos quieran esconderse bajo el disfraz de investigadores o periodistas. La tele es la tele. Este axioma, nada complejo de deducir por otro lado, explica que seamos capaces de casi todo por aparecer a través de la pantalla. Mal momento ha elegido el PP para airear ese vídeo grabado entre Medellín, Bagdad, Hiroshima y que han querido colocar como si las batallas, algaradas, sabotajes y pedradas diversas ocurrieran a la puerta de su domicilio. La seguridad está totalmente garantizada. La Policía española, volcada en la búsqueda de nuevas tecnologías para pillar a los malos, se ha percatado que la solución la tenía en la misma comisaría. Basta simplemente con ver la tele. De ese modo tan pancho y reconfortante han trincado a un estafador que había ido a un plató a rajar de su convivencia en la cárcel con la tropa marbellí. Una de dos. O el tipo ya no llevaba ni la cuenta de su currículo 'off' de la ley o le ha podido la vanidad. Sí, sí, estoy en el trullo pero yo he salido en la tele y tú no. Hasta aquí el vaso medio lleno pero si yo fuera del PP, Dios no lo quiera, estaría escamado ¿Qué hacían las fuerzas de seguridad viendo la tele a esas horas de la mañana? ¿Cómo es posible ese cuajo cuando, a buen seguro, a escasos metros una pandilla de choros asaltaba a un grupúsculo de viejas camino de misa de once? Que lo explique Rubalcaba y a ver si, de paso, nos dice ya quién (coño) quemó el Mini de Granados porque, en caso contrario, amenaza con convertirse en la segunda parte del misterio de Fátima. El método inventado por nuestros agentes suma a su eficacia su comodidad. Empieza el programa, te pides una de chopitos y una sin alcohol (no olvidemos que a pesar de no parecerlo estás de servicio), te quitas la gorra, pones los pies sobre la mesa, observas al pollo sincerarse y unos diez minutos antes de acabar, en sintonía con los anuncios, llamas al coche patrulla y lo trincas a la salida. El riesgo lo que se dice el riesgo no es elevado salvo que los chopitos estén fuera de fecha. Si yo fuera madero, vaya día que llevo de suposiciones, seguiría por esa línea de investigación. No hay que olvidar que en este país deberíamos haber tomado medidas antes y, por ejemplo, llevar por la vía jurídica la afectación en los niños de los programas de Letizia Savater o en los adultos de los informativos de Urdaci. Por no hablar de lo que dicen algunos de los orgánicos tertulianos que, con antecedentes o no, es para hacer una redada e intervenir tanto veneno.

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