No soy de natural paciente, pero juro o prometo que esta vez lo he intentado con ahínco. Ya no puedo más. Había pensado pergeñar una exquisita metáfora para tratar de transmitir mis sensaciones pero, al final, voy a optar por la elocuente síntesis. De este modo, y sin ánimo de ofender, les diré que estoy hasta los atributos propios de mi masculinidad, lo que llamaríamos con certeza mismisimos cojones, del futuro de Harry Potter. Me la sopla si la palma, se pilla con el palo de la escoba el pellejo del escroto, se hace miembro de la Iglesia de la Cienciología o se le beneficia con sus polvos mágicos Yola Berrocal. Fíjense si tengo mérito que he llegado a la frontera de la desesperación y del hastío más absoluto sin haber leído ni visto en mi puñetera vida ni una sola aventura de este repelente niño gafotas que, si en vez de ir a una Academia concertada de magia, hubiera ido al colegio de mi barrio se hubiera llevado en el pasillo todas las collejas habidas y por haber por brasa y enteradillo. He sabido que hay adolescentes durmiendo a las puertas de las librerías a la espera de la última 'entrega' para conocer qué será del tal Harry. No digo yo que hagan lo propio para adquirir las obras completas de Cicerón pero una cosa es animar a la lectura, que está muy bien entre otras cosas para ver si me retiran, y otra bien distinta hacer el canelo no para saciar tu ansia de lectura sino para ver si te sacan en la tele. Ya saben. Aquí tenemos a Melanie que lleva dos días y catorce horas en al cola y va a ser la primera privilegiada que tendrá en sus manos la última hazaña de Harry Potter ¿Qué sientes Melanie? No sé, estoy muy nerviosa. Yo soy más de Tamariz. Donde va a parar. Debe ser complicidad generacional. Eso o que soy medio gilipollas siendo benévolo. Se lo digo porque, en un alarde de valentía, ya que no podía con Harry y con objeto de no ser un apestado social y tener de algo de lo que hablar, me propuse leer y, posteriormente, visionar la saga de El Señor de los Anillos. Casi tengo que llamar al Samur por un recalentamiento neuronal. Entre tantos frodos, didos, gnomos, pitufos, hadas, gollums y la dudosa reputación de sus madres pues eso, que me desbordé intelectualmente (lo que viene a ser en el código arrabalero hacerse la picha un lío) y tuve que recurrir a un tebeo de Mortadelo para hiperventilarme. Como se lo cuento.
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