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19 de junio de 2007

BIG BOTTLE ON THE WORLD

Como tantas otras veces han tenido que venir de fuera para valorar en su justa medida lo que tenemos dentro. Menos mal que el tiempo pone cada uno en su sitio. No descarten que a mí, por ejemplo, me acaben concediendo la medalla al mérito en el trabajo. Una revista para guiris que viven en Madrid aconseja el 'big bottle' como opción cultural de primer orden muy por encima de la tradicional y a menudo tediosa visita al Prado (¿no les parece que hay demasiados cuadros y muy pocos asientos?) o, por supuesto, una charla-coloquio sobre los treinta años de la Transición. Si sus conocimientos de inglés son menores que los míos, es decir una nulidad, sepa que bajo ese término se esconde el ya casi ancestral 'botellón' que ahora, gracias a los observadores extranjeros, adquiere la dimensión que merece. Y ésta es tal que lo colocan en el triunvirato de grandes inventos españoles junto a la fregona y al chupa chups. Ahí es nada. Que se joda el G-8. No nos dejan entrar en la jet mundial de los países pero nosotros tenemos botellón y ellos sólo dinero, desarrollo y prosperidad. Qué vulgaridad.

Además ¿qué destino prefieren los estudiantes Erasmus? España, España y España ¿Qué creen que es por el alto nivel de las bibliotecas? ¿Para poder ver los programas de Punset? Qué va. Es porque aquí se cuecen y copulan en pandilla y aprenden rápido el idioma aunque sea trabucado por los efectos del kalimotxo. Ya lo dice la revista European Vibe Magazine. "Porque allí encontrarás la fiesta y en España es lo que realmente importa". Y eso que seguro que no han coincidido con la duquesa de Alba bailando sevillanas en la Feria de Abril o han tenido la oportunidad de contemplar el armonioso bamboleo de una sardana. Qué marchón. Ya sabe el Gobierno cómo ha de promocionar en el exterior nuestro país. Si se trata del cine basta con poner la cartelera de la pelicula en la etiqueta de una litrona y si se trata de políticas comunitarias basta con convocar la cumbre de la UE en la Plaza del Dos de Mayo ¿Se imaginan a Merkel y Sarkozy pasándose un mini de birra? ¿Y a ZP en el chino negociando con talante el precio de la botella de ron?

Peter Moore, autor del complejo y documentado reportaje, define el 'botellón' de manera harto nítida y concisa. "La idea es muy simple: vas al chino, compras tanto alcohol barato como puedas, te sientas con algunos amigos y a beber, beber y beber". La idea será simple pero se nos ha ocurrido a nosotros. Anda que lo del té a las cinco es de una complejidad asombrosa. Para mear y no echar gota. Por cierto, de barato, nada. Eso de engañar como a un chino pasó a la historia. En un alarde de profundidad el tal Moore asegura que el 'botellón' es "un rito iniciático de los españoles en su madurez". Tras la lectura de esta imbecilidad se confirma que el presunto periodista ha asistido de manera activa a más de uno. Ya sabes Peter. A exportar la franquicia. Big bottle on the world (o como sea).

28 de noviembre de 2006

Botellódromo

España se pone otra vez a la vanguardia del mundo. A pesar del contumaz inmovilismo del socialismo rampante y del caos sembrado por las hordas de ZP (el discurso Acebes es como el sirimiri, tarda pero al final cala) el progreso de esta nación no hay quien lo pare. Desde ya seremos la envidia del universo con el primer 'botellódromo' que se construye en Granada. El Ayuntamiento ha decidido que ya que los jóvenes se cuecen con desmesura, por lo menos que lo hagan en un sitio en el que no molesten. Ahora sólo falta por saber si los zagales están por la labor de soplar como campeones sin joder al de al lado. Hay que reconocer que no es lo mismo trajinarte un litro de kalimotxo y eructar al paso de una anciana que hacer lo propio con tu colega que, como mínimo, te puede devolver el regueldo. Sin olvidar que te ríes mucho menos. Es decir, que yo creo que las autoridades, como siempre, no han cogido el tranquillo al 'espíritu botellón'. Se trata de beber, sí, pero sin olvidar que la gracia se desvanece si esta actividad no va acompañada de los juramentos de los vecinos colindantes. No crean que se lo van a poner en el centro de la ciudad. Quiá. Los chavales tendrán que irse a las afueras. Casi donde Boabdil perdió el mechero. Digánme qué gracia tiene hacer botellón en un sitio parecido al desierto del Gobi. Lo dejas todo hecho un asco y no lo ve nadie. Por no hablar de que la birra llegará en verano con la misma temperatura que el orín de burra. Tampoco digo yo que lo hagan en los jardines de La Alhambra pero un término medio por Dios. Para disimular ese receptáculo de cocimiento masivo les han colocado también unas pistas de deporte, como si con el pedo estuviera uno para marcarse unos mates NBA, y un escenario por si alguno, desinhibido por el alcohol, saca el artistazo que llevaba dentro. Esta iniciativa es la evidencia de un fracaso si por tal entendemos que a los mozos y a las mozas les prive más la priva (sublime juego de palabras) que estudiarse las ecuaciones de segundo grado. A mí me pasaba. Yo hice botellón y no se crean que, por la edad, utilizábamos ánforas fenicias. Litrona de Mahou. Algún día, no lejano, alguien tendrá que construir un monumento a esta fiel compañera que tanto ha hecho por generaciones y generaciones. Decía que yo hice botellón y he bebido lo mío, a veces también lo de al lado, y aquí me tienen. Hecho un hombre de orden, cotizante a la Seguridad Social, contribuyente ejemplar y amante de las plantas. Leído así estremece. Quién me mandaría a mí dejar de beber.