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21 de noviembre de 2007

LA GUARRILLA DE HEIDI



Ya era hora que algún gobierno tomara cartas en el asunto. No quisiera pecar de oportunista pero lo dije en su momento y se me tomó por salido y enajenado. Ahora las autoridades turcas han puesto las cosas en su sitio. Ningún niño de ese país podrá ver las bragas a Heidi. Ya saben que ella era muy de bajar la colina con la falda tapándola la cara y las enaguas ardientes al aire pensando sin duda en su próximo fornicio con Pedro (véánles en el dibujo justo después de consumar). Desde el primer momento, siendo yo casi un púber, fue víctima de esta provocación sexual que me arrojo en manos del onanismo. Heidi era una guarrilla de tomo y lomo y ya era hora de que alguien lo dijera ¿Qué se creen? ¿Qué los coloretes eran del frío de los Alpes? Qué va. Simplemente los efectos del contumaz restriegue mientras Niebla y la cabra vigilaban para que no les soprendiera el abuelo. Pobre anciano. Qué engañado le tenía la nieta. Por lo menos los párvulos turcos se evitarán el fracaso escolar al que estarían abocados. A ver quien saca ni siquiera un aprobado raspado teniendo que convivir con esa obsesión por beneficiarse a Heidi en tanto Pedro guardaba nueces en su zurrón. En España no tuvimos tanta suerte. No contentos con calentarnos las hormonas con Heidi nos ponían La Casa de la Pradera. Qué gran erotismo destilaba esa singular familia. Qué morbo con las hermanas Mary y Laura Ingells adornadas son sus sugerentes sombreros y sus ajustados y provocativos vestidos. Por su holgura, la casaca de Demis Roussos parecía un traje de lycra. Qué infancia, Dios Santo, qué infancia nos dieron.