Cielo santo. No me atrevo ni a salir a la calle. El ojo que todo lo ve nos vigila. Desde que lo he sabido hasta me como las mondas de naranja porque no sé en qué color de cubo de basura van esos restos ¿Serán orgánicos? ¿Serán medio pensionistas? Ana Botella, entrañable concejala 'verde' de mi ciudad, nos manda por la noche a unos tipos para que hurguen en nuestras basuras a ver si nos hemos enterado de una puñetera vez. A saber. En el amarillo el plástico, en el azul el papel y cartón, en el verde el vidrio y en el naranja residuos orgánicos y otros. Sí, sí, apunte apunte y memorice no vaya a ser que un día se equivoque, salga una mano del contenedor tipo Carrie y le meta un par de hostias por cebollino/a. Anda la cosa fatal. Qué tiempos en que la basura era sólo basura, la dejabas en la calle, echabas un cigarrillo mientras intentabas ligar con la Puri y antes de que llegara el camión los perros destripaban las bolsas y dejaban un reguero de raspas por el que seguir su fechoría. Era guarro pero sencillo. Ahora si te equivocas la has defecado. Ana te manda una carta a casa en la que, con mucha educación eso sí, te deja en evidencia. A ver majete, ¿cuántas veces que hemos dicho que los tetrabrik no se tiran en el mismo cubo que los condones? Caducados, por cierto. A ver vecino ¿por qué tira usted estos huesos si todavía le salía un caldo para chuparse los dedos? Estimado ciudadano, hemos comprobado con estupor cómo ha tirado usted a la basura un periódico en el que aparece mi Jose tocado por el birrete 'honoris causa'. Intolerable. Al final, como uno es cívico y solidario, he tenido que tirar la lavadora y el frigorífico para que me entren todos los cubos en la cocina. Voy por la calle como un guarro y sólo como fabada Litoral, pero merece la pena. Todo por no disgustar a mi Ana. Bastante tiene en casa.
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