30 de agosto de 2007

SUPER-ROSA MEGA-DÍEZ


Por fin Rosa se ha sacrificado por el bien de España y va a renunciar a cobrar un sueldazo por ser eurodiputada de un partido al que ha puesto a escurrir a poco que le pidieras la hora. Nunca se lo agradeceremos como merece. Con su proverbial humildad lo ha hecho de una manera discreta, sin apenas llamar la atención. Uno no sabía bien si iba anunciar que se iba del PSOE o que la habían nominado a los Goya. Allí apareció resplandeciente frente a las cámaras para decir lo que ya todos sabíamos. Que no aguanta a ZP y que quiere ser libre para hablar. Es decir que la Rosa que aparecía en las tertulias por tierra, mar y aire; la Rosa combativa que la derecha de la carcundía aprovechaba para darle a ella el jabón en el lomo y, de paso, coces en el culo a Zapatero, no era ella. Era una especie de Monchito, aquel legendario muñeco de José Luis Moreno, a quien alguien le metía la mano por la espalda para soltar algunas verdades como puños y otras barbaridades de aún mayor calibre. Rosa Díez se adscribe al género que un servidor bautizara un día como 'político mediópata' y que se caracteriza por perder el sentido cuando un micrófono o una cámara merodea por sus alrededores. Es entonces cuando se olvida la persona para cultivar el personaje. No pocas veces se torna en un monstruo que ellos mismos crean al ser incapaces de desandar un camino que rara vez lleva al sentido común y muchas a la desmesura cuando no a la imbecilidad. Yo no creo que el tal Losantos piense lo que leo que dice (jamás le he escuchado). Simplemente creo que le es más rentable decirlo para alimentar a sus hooligans. Le es más provechoso nutrir al personaje que enriquecer a la persona. Por ejemplo escuchando a los demás y sabiendo que la razón tiene varias puertas y que no sólo uno ha de tener todas las llaves. Rosa Díez, con sus méritos y con el valor reconocido de vivir y opinar en una sociedad asfixiante, se ha convertido al final en una caricatura de sus ideas. Si no estaba de acuerdo con su partido estaba en su derecho, pero también en el deber de dejar ese hueco a alguien que sí lo estuviera. Simplemente porque mientras despotricaba contra sus compañeros seguía aferrada a un cargo muy bien remunerado para el que la eligieron precisamente aquellos a quien no soporta. Si quería irse que se hubiera ido. Eso sí, mucho antes. Todo lo demás guarda un fuerte olor a oportunismo tan legítimo como criticable. He dicho.

2 comentarios:

Virginia dijo...

Indecente... digo lo de Díez. Otros podríamos haber hecho lo mismo con respecto a la lucha por las libertades y no lo utilizamos como elemento de devoción hacia nuestra persona. Y hablo de una ex-compañera, llo cual me duele más.
Un beso

cambalache dijo...

Pues como has podido ver, estoy muy de acuerdo. Besos