PREMIOS PARA LOS GORDERAS

Un alcalde italiano paga cincuenta euros a quien adelgace tres kilos en un mes si es mujer o cuatro si es hombre. Esta medida ya tuvo su antecedente en Madrid donde Gallardón nos puso tantas vallas de obras que, aunque uno no quisiera, llegaba a casa exhausto después de la gimkana y rebajaba lorza una barbaridad. Eso sí, lejos de ver un euro por el esfuerzo tenemos que pagar túneles hasta la próxima retirada de los escenarios de Chavela Vargas. No sólo demuestra con esta racanería que nuestra figura se la trae el pairo sino que, para colmo, nos cierra todos los gimnasios municipales en agosto como si no fuese un mes vacacional sino el mismo holocausto nuclear y no quedara en Madrid ni el tato. El resultado es que un servidor se ve abocado a ir a correr por las calles y plazas como si en vez de un deportista vocacional fuese un vulgar tironero. Volviendo al tema. No entiendo muy bien por qué a ustedes vosotras les exigen un kilo menos para llevarse el premio ¿No creen que es una alteración infumable de las teorías de la igualdad entre hombre y mujer? ¿Acaso no es igual esfuerzo para los dos privarse de una lasaña y unos bocaditos de nata? Ya les prevengo. No vale estar de vacaciones poniéndose morao de pescaito frito y mandar al edil una foto de cuando uno estaba en las colonias marcando acné y cinturita de avispa. Hay que estar censado en el pueblo y llevar al consistorio un certificado de gorderas oficial expedido por la farmacia de turno. Con el pesaje en canal te apuntan en la pizarra y un mes después vuelves a que te revisen las grasazas. Si has rebajado el peso convenido te entoligan los cincuenta euracos. Todo será que nada más salir de la báscula te hinches a spaghetti con el dinero y los ganes de nuevo en un santiamén. Es más o menos el mismo espíritu que te empuja a zamparte unos callos y rebañar con pan integral. Saben de qué les hablo ¿A qué sí, golosones?