19 de agosto de 2007

'OZEAN CATORZE'

De siempre, España ha sido un escenario privilegiado para el Séptimo Arte. Desde Doctor Zhivago a los spaghetti western de mi querida Almería muchos directores han venido a inmortalizar a nuestras tierras y a nuestras gentes. Por no hablar, claro está, de las más de trescientas películas rodadas en las playas exóticas de Benidorm con títulos tan legendarios como 'Un beso en el puerto' del mítico Manolo Escobar. Ahora, como saben, anda Woody Allen por Barcelona y Oviedo con nuestra 'Pe' y nuestro Javier sin olvidar a la joven Scarlett Johansson que, todo sea dicho, hay que ver cómo mejora el paisaje (no es que Pe lo desmejore, pero eso de ser de Alcobendas le quita injustamente algo de glamour). El interés que ha despertado la última obra del genial director neoyorkino ha venido a ensombrecer el 'remake' sevillano de 'Ocean Eleven' que bien podríamos llamar 'Ozean Catorze' y que acaba de finalizar en el popular barrio de Triana. Un choro del lugar fue detenido por la policía cuando se disponía a meter en el maletero de un taxi al que previamente había llamado los enseres que acababa de robar. A buen seguro ni era tan guapo como Jorge Clooney o el Brad Pitt ni el golpe estaba tan planeado ni era tan sofisticado como los de la banda de guaperas, pero no me digan que no hay que tener arte. Aunque te pillen. Andaba el muchacho rondando las guanteras de los coches y espantado por haber encontrado en una de ellas un cedé de María Jesús y sus pajaritos cambió de planes. Ya que estoy aquí, debió pensar. Esa improvisación la pagó cara. Al chaval, a quien ni le dio tiempo a sustraer un carrito del Carrefour que le hiciera un apaño, no se le ocurrió otra cosa que llamar a un taxi y advertirle de la mudanza. Poca cosa; un televisor, un dvd y el transitor de pilas. De todos modos deberíamos tener en la mesita de casa una bolsita negra de terciopelo con diamantes. Así todos saldríamos ganando. El choro porque se evita cargar peso y arriesgarse a una lumbalgia y los dueños porque por lo menos a la vuelta pueden seguir viendo en la tele Dolce Vita. Ese fue el bien más preciado que se llevaba el presunto delincuente. Un aparato de televisión que, con las ofertas que hay, no le colocas a un perista ni para que lo vacíe y meta dentro un belén. Para colmo de males, además de trincarle seguro que le hicieron pagar la carrera ¿No sería un agente de los servicios de inteligencia?

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