8 de julio de 2007

CESES DE MINISTROS


Dice Jordi Sevilla que deja de ser ministro sin que sus hijos sepan muy bien a qué se dedicaba. O sea que ellos tampoco. No sabe qué peso me quita de encima. Pensé que era yo que no prestaba atención, pero si sus propios vástagos, que aunque poco por lo apretado de la agenda algo le verían en casa, no tienen ni puñetera idea una de dos señor Sevilla. O usted es muy discreto o su departamento es más aburrido que una ascensor sin espejo. Desconozco la edad de los chavales. Si están ya en la adolescencia se entiende que estén a su rollito y no a los decretos del 'viejo' pero si todavía son pequeños y se les puede amenazar con leerles un cuento para adormecerles la culpa es de papá. Lo digo porque en vez de relatarles Caperucita o Los Tres Cerditos (que están más vistos que el tebeo) bien podría haberles leído sentado sobre el colchón, a la luz del flexo de la mesita, alguna normativa de su departamento recogida en el BOE. De esa manera se hubieran hecho una idea de lo coñazo que era el trabajo de su padre y, además, se hubieran quedado fritos ipso facto. Dos pájaros de un tiro.

A Jordi Sevilla le ayudó mucho para llegar al cargo ese nombre que auna en sí mismo la pluralidad de las Españas. Ese crisol catalán y andaluz que se plasmaba en sus tarjetas de visita. Ese nombre que demuestra que es tal el mestizaje que se pueden cantar sardanas por bulerías. Por cierto, siempre me queda la curiosidad ¿Cuántas tarjetas le habrán quedado después del cese? Imagino que las podrá aprovechar para buscar otro currito. Menuda paliza con el tipex ¿Y la cartera? ¿Se la quedan para guardar el termo y el sanguiche mixto?

Si los hijos del ministro Sevilla no sabían qué hacía su señor padre ¿Qué tendría que decir María Antonia Trujillo? ¿Qué, en su caso, no lo sabe ni ella? Lo bueno de haberla cesado como ministra de Vivienda es que se ha sabido que algún día ZP la nombró. Hasta la fecha se dudaba. Yo no tengo nada en contra de ella ni creo que nadie pueda tenerlo ¿Contra qué medida estaríamos en desacuerdo? Se va en el macuto con una que se sepa. Regalar unas zapatillas a los jóvenes que se decidieran a emprender la búsqueda de una vivienda. Sublime. A lo mejor, demostrada esta afición por el calzado, la repesca Camper para sus nuevas campañas. O para ser la jefa de los espías. Mayor discreción imposible. Seguro que daba un mejor resultado. Eso es tan fácil como indudable.

Voces hay que salen en su defensa que aseguran que no ha podido hacer nada porque el Estado apenas tiene competencias sobre vivienda. Que se hubiera inventado las tiendas de campaña de protección oficial que eso no depende de nadie. Les regalo la idea. De todos modos, una preguntita de lerdo, propia de un servidor. Si no había nada que hacer en materia de vivienda ¿para qué se creó el ministerio? Ya sé, es una pregunta de bobos pero no descarten que la meta en mi currículum a ver si algún día me hacen ministro. (NOTA: Como habrán deducido por el sonriente gesto de ambos, la fotografía está tomada antes del cese de ambos como ministros)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues yo me apunto alegremente a que me hagan ministro, y a que con el mismo regocijo me despidan unos días después, siempre que me dejen los sueldos y prebendas de que gozan los ex.

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