26 de junio de 2007

COLLEJAS EN DESUSO

Hace muchos años la encargada del comedor escolar me 'entoligó' con una manojo de cucharas y tenedores que llevaba en su mano por hablar a destiempo. Me hizo un notable chichón que oculté en casa hasta que mi madre me peinó la raya y solté un grito lastimero. De esa contusión creo que derivan todas mis deficiencias mentales que, con el tiempo, me abocaron al pozo negro de la literatura y el periodismo.

¿Quién me dice que, de no haber sido por ese golpe, hoy no sería un hombre de provecho? No sé, perito industrial, miembro de la tuna, cortador de corbatas en las bodas o deudor de una hipoteca. Excuso decir que, tras esta experiencia, detesto los castigos físicos como factor educativo. En casa, como mucho, madre desenvainaba la zapatilla y corría detrás de mí hasta que su falta de fuelle y mis risas la desanimaban. Una santa.

Ahora una encuesta refleja que la bofetada y el capón han quedado en desuso y que sólo un pequeño porcentaje de padres creen que es una solución para reconducir a los hijos descarriados. Bien está. Los psicólogos abominan de esta práctica aunque aconsejan otras alternativas de dudosa eficacia. Por ejemplo privarles de ver la tele o quitarles la paga. No sé. A ver si por prohibirles ver a los Simpsons les da a los chiquillos por leer o por aficionarse al cine iraní. Yo si fuera padre no me arriesgaría.

No les digo nada de cortarles la financiación. Todo sea que la falta de fondos le empuje a la delincuencia y por no darle una galleta al muchacho le tengamos que ir a buscar a comisaría por haber apaleado una anciana antes de sustraerla el bolso. Igual me pongo en lo peor, pero es que crecí en un barrio muy canalla.

Además de estas opciones se propone que se decrete como castigo lavar el coche del padre o bajar todas las noches la basura. Es decir explotación infantil encubierta. Si algo no comparto es incluir la colleja en el catálogo de prácticas punibles. La colleja es todo un clásico que se ha hecho acreedor a ser legado de generación en generación. Si hace falta constituir la Asociación de Amigos de la Colleja cuenten conmigo. Faltaría más.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Y ahora dicen que hay que hablar más con los niños y hacerles entender algunas cosas con razonamientos. No son niños??? como razonan???
Cuando mi madre "razonaba" conmigo normalmente me llevaba una colleja por "contestona"
ay que joderse

Alicia dijo...

Joer... bueno yo creo que una collejita a tiempo no te va a destruir la vida... pero bueno, hoy en dia dicen que todo trauma a los niños. Mi madre corria detrás de mi por el pasillo con la zapatilla cargada, y cuando no llegaba me la lanzaba... y finjense, aqui estoy... creo que ha sido lo menos traumatico de mi existencia. UN BESITO MAMI!!!

Alicia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Creo que ya tenemos el club creado.Me adhiero a algunas collejas:de quien de verdad te quiere.
Las de los maestros y curas por no saberte los reyes godos o las tablas de un tal Moises, las detesto.

Me muero de ganas por saber qué decía el comentario suprimido.

paredes

Anónimo dijo...

Ante todo un saludo afectuoso. He estado sin internet dieciocho días y todo debido a un rayo que me jo...dió el computador. ¡Mal rayo me parta!

Comentario: También he sido de los que ha huído de la zapatilla y del palo de la escoba, bueno, pues a pesar de todo resulta que tengo los traumas normales para poder mantener mi equilibrio psicológico.
Me adhiero al club de la colleja -curas y maestros, no, como dicen más arriba- y al de la zapatilla volandera.
César

cambalache dijo...

La zapatilla volandera. Qué buen título para un cuento. Un saludo y bienvenido al planeta