31 de mayo de 2007

Notas dispersas

No crean que he caído en el pozo del parasitismo y que, por ventura, pudiera hallarme tirado sobre la arena ejerciendo unos frotamientos sobre mis partes pudendas para dar muestra evidente de mi inactividad laboral. Qué va. Debe ser que el sol me ha recalentado la neurona y no se me ocurre nada que contarles que no sea insultante. Estoy ya tan moreno que tengo que sonreír en la noche para que no me atropellen los coches. Como gana uno, al menos yo, con esta tez aceitunada. Sin ir más lejos (para qué con lo bien que estoy aquí) esta misma mañana una señora me ha sonreído de modo pícaro en la playa. A buen seguro que, en sus ochenta o más años de existencia, no había contemplado a un cuarentón tan bien conservado. Al menos envuelto en la toalla con más aspecto de mesa camilla que de Tarzán. He estado tentado de acercarme a una calita nudista que conocí en mi mocedad cuando todavía algo había que enseñar. Hoy aquello sigue en su sitio oculto por el alud de una simpatica lorza. No es que me guste mucho ver a dos tipos jugar a las palas en pelotas con ese bamboleo del badajo asaz ordinario, pero sí me mola ese buen rollo reinante ¿Nunca han reparado en que, normalmente, si te cruzas con unos bañistas en bolas te saludan y si te los cruzas con unos bermudas puestos no te dan ni la hora? Es esa complicidad que despierta el buenrrollismo entre sus muchos adeptos. Eh, amigos, estamos en pelotas y tocamos los bongos, no vacunamos a nuestro perro y tenemos unos postizos rastas y tú no. El kit del perfecto enrrollado. Ya saben. Por eso al final no he ido. Ya me he quedado para acodarme en el chiringuito y para esperar, más que un sublime atardecer, una de chopitos. Cómo devasta el tiempo (por cierto, por aquí sigue cojonudo)

No hay comentarios: