30 de mayo de 2007

Insúltenme si es menester

No he conocido a nadie a quien se le amolde con tanta perfección una hamaca a su anatomía que a mí mismo. Se diría que hemos nacido el uno para la otra. Después de un mes aciago en el que me visto obligado hasta a trabajar (para lo que ha quedado uno) ha llegado el momento de la recompensa. Me hallo por mi Almería del alma con un tiempo horroroso (unos veinticinco grados, sol espléndido y ligera brisa) y apurando los posos de un gélido tinto de verano frente a la playa de San José.

No sé si seré capaz de soportar tanta tensión. Tengan en cuenta que a veces me tengo que incorporar de la hamaca para darle un sorbito y corro el riesgo de producirme un esguince. Si alguno de ustedes ya ha empezado a rumiar juramentos contra mi familia directa sepa que está en su derecho pero que uno ha de evitar la envidia dentro de lo posible. Está feo. Además, no todo es color de rosa. Luego tiene que afrontar uno la preguntita de rigor. Ya saben ¿No te aburres de tomar el sol? ¿Y tú de ordenar los archivos? Amos, amos. No te jode. Pues claro que no ¿Hay mayor placer que sentir cómo crecen las uñas cuando te estiras con el goterón de sudor en la comisura de los labios? Claro que hay mayor placer, pero ya hace falta algo más que el buen tiempo. Como mínimo una buena compañía.

Si, por un casual, se ha tenido que levantar temprano, esperar durante más de media hora el autobús para comerse luego el sobaco del prójimo, ha llegado tarde, el cabrón de su jefe le ha echado la bronca, se ha equivocado en la máquina del café y le ha salido una manzanilla, no se preocupe. Piense que dentro de poco más de un mes estará pegándose por un centímetro caudrado de arena con miles de personas armadas con una sombrilla y tocadas por un monísimo gorro con dibujos de delfines ¿A qué ahora ya parece otra cosa?

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