31 de marzo de 2007

Menudo chollo


Lo dije y lo sostuve. Me tomaron en su momento por un enajenado. Por un nihilista antipatriota. España entró en Europa pero Europa no entró en España. Si no ¿de qué la supervivencia de la tuna? ¿de qué las fundas de ganchillo para el papel higiénico? Un nuevo suceso ha venido a consolidar mi teoría. En la Gran Bretaña ofrecen setecientos euros por probar unos nuevos condones y que cuentes qué tal te han ido en la refriega erótico-festiva. En España, por ese puñado de euros, y hasta menos, te tienen un mes trabajando en la caja del Caprabo a razón de doce horas diarias. Todo un atraso. De todos modos los expertos demoscópicos no son unos merluzos (bueno, los de los sondeos electorales así, así). Saben que en nuestro terruño invitar a alguien a que te cuente qué tal le ha ido el polvete es todo un riesgo. Incluso me atrevería a decir que algunos perderían dinero. Con las trolas que contarían podrían escribir hasta un best-seller. En el extremo opuesto bien podríamos situar al follador lacónico ¿Cómo le ha ido? Olor a goma quemada, como siempre. Ya saben, vestigios de latin lover. No sé si de los euros ofrecidos has de restar el importe de la coyunda en caso de no tener churri oficial y verte obligado a recurrir a servicios profesionales. En ese caso ya no sé si compensa. El proceloso mundo del condón ha derivado en los últimos tiempos en unas tendencias que priman lo superficial. Más que mirar la talla (no lo apuntó por fantasma) te entretiene comprobar los sabores a fresa, kiwi o callos con garbanzos que ofertan. Para eso te compras unos trident aunque tengas que pagarlos de tu bolsillo. No como Zaplana.

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