16 de marzo de 2007

La paga o el trullo

Qué daño ha hecho Ally McBeal a las jóvenes generaciones. Antes, para complementar la escueta paga del domingo, sisábamos durante la semana céntimo a céntimo cuando íbamos a comprar el pan en tanto nos comíamos el corrusco por el camino. Ahora te sale un hijo leguleyo y te lleva a la Audiencia para que al menos se la revises según el IPC previsto. Ha ocurrido en Sevilla. Un zagal, harto de la congelación salarial, acudió, con dos cojones, por qué no decirlo, a los tribunales. El juez, a quien imagino asaz estupefacto, le ha denegado el jornal aunque se me antoja que se ha quedado corto. De ser un servidor su señoría, además le hubiera pedido que hubiera ubicado sus huevecillos encima del estrado y le hubiera arreado con el mazo ese con el que piden silencio (duele sólo con escribirlo). Para que espabilara. Al chavalote le apoquinan ciento cincuenta eurazos al mes en concepto de tocarse el bolo y, claro está, le parece poco. Hay que recordar que sus gastos se reducen al desgaste de suela de las pantunflas por los pasillos mientras va a sentarse a plato puesto a zamparse lo que caiga. Vamos, que anda desbordado. No es un detalle nimio que su padre sea desempleado e ingrese unos ochocientos euros con una familia que sacar adelante. Pues ni por esas. El chavalote sólo arrima el hombro cuando se encaja la puerta del aseo. Con el esfuerzo de los padres ha llegado a la Universidad, le han pagado la matrícula, los libros, le han subvencionado los botellines de las partidas de mus, le habrán comprado unas zapatillas Air Jordan y al muchacho le ha sabido a poco. No digo que yo haya sido un hombre hecho a mí mismo (de ser así hubiera sido gilipollas por no ponerme los abdominales de Brad Pitt y, de paso, a su churri), pero antes de llegar a la cima de la literatura y de ser considerado por los de mi barrio un intelectual de vanguardia hube de desempeñar oficios tales como portero de finca, ordenanza, descargador de cristales, ensobrador de publicidad y camarero. Y aquí me tienen (ahórrense las definiciones y los chistecitos). Mis padres querían que yo estudiara, que llegara lejos en el mundo de la cultura; que fuera capaz de pasar al menos dos rondas en el concurso ¿Quieres ser millonario? Cumplí sus sueños y estoy orgulloso de ello. No soy partidario de dar consejos, pero en este caso se me ocurre decirle al interfecto que si quiere engordar la paga, se me ocurre, no sé, cómo se dice, lo tengo en la punta de la lengua....ah, sí, que trabajes un poquito coño. Que con un Pocholo tenemos de sobra.

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