6 de febrero de 2007

Gordos pero consecuentes


No seré yo quien defienda a una multinacional aunque por lo menos la Coca Cola ha servido como perfecto complemento para el racial kalimotxo, pero hay cosas que claman al cielo. Ya saben que los americanos son de mucho denunciar. Bueno, ya saben. Ellos se dedican a otra cosa. Denuncian a las tabaqueras aunque no les obliguen a fumar o piden cienes y cienes de millones a un restaurante si se encuentran el bigote de una cucaracha en la sopa, pero se desayunan a diario con cientos de muertos en Irak y no dicen esta boca es mía. Extrañas costumbres de los pueblos. Ahora unos cuantos se han embarcado en un litigio porque dicen que la bebida Enviga que comercializa Coca Cola no adelgaza como asegura la publicidad. Digo yo que será dificílmente demostrable. Si usted, señor zampabollos de Oregon, acompaña el bote de la bebida, tal y como acostumbra, con una burger xxl, una ración de patatas grasientas y unos fritos de pollo pues seguramente esté usted en lo cierto. Claro que usted, con las neuronas bloqueadas de tanta tele y tanto discurso del tito Bush, se pensaba que esta pócima era equiparable a las espinacas de Popeye pero al revés. Es decir, que si el simpático marinero se endilgaba unas cuantas y al instante se le hinchaba el biceps y daba unas hostias como panes pues usted se tomaría un traguito de Enviga y se iba a quedar como una sílfide. Pues no. Y ya puede usted denunciar lo que le dé la gana que ahí sentado en el banquillo de los acusadores lejos de adelgazar se le va a poner un culo como el coso de las Ventas. En España somos menos quejicas y no echamos la culpa al empedrado. Y eso que la diferencia entre su gastronomía y la nuestra es la misma que entre el cine de autor y el video de la boda de su prima la de Cincinnati. Nosotros nos ponemos ciegos y al momento nos arrepentimos. O pedimos una de callos y mojamos con pan integral. O pedimos sacarina para el café aunque ya no nos quede porque el bizcocho nos ha absorbido hasta las uñas. O nos engañamos cada uno de enero apuntándonos a un 'gym', pero lo que no hacemos es lloriquear porque nos han estafado. A ver pedido unas acelguitas y una pescadilla cocida, no te jode. Aquí somos gordos pero consecuentes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te doy toda larazón, Germán, somos mucho más adelantados.
Fíjate que el verdadero debate gastronómico que ahora nos sacude consiste en decidier si debemos darle al vino la categoría de bebida alcohólica o de alimento. Ante esa coyuntura, ¡Anda que nos va a preocupar que el tintorro engorde o adelgace unos gramos!