28 de febrero de 2007

Hay vida más allá del fútbol

Ya me quedo más tranquilo. Los hombres no sólo pensamos en fútbol y sexo. No lo digo yo que mire usted qué credibilidad puedo tener a estas alturas. Jamás olviden que uno ejerce de periodista aunque mi madre crea que soy pianista en un burdel. La cita no es mía. Como ven yo lo digo. O sea que soy periodista pero no soy Lucía Etxebarría. Un sondeo entre trescientos hombres y mujeres arroja unos resultados asombrosos. Ustedes vosotras creen que somos unos salidos. Mas no. Somos unos románticos empedernidos. Cuando el azar nos arrejunta por vez primera lo primero que hacemos es fijarnos en sus ojos, no en sus turgentes pechos o, por qué no decirlo, en sus mismas tetas. Sólo uno de cada cuatro cae en semejante ordinariez y uno de cada cinco espera a que vaya al servicio o a poner el ticket en el coche para proceder a la observancia del trasero o, propiamente, del culo. Eso sí, he escudriñado la encuesta y lo que no hallo por ningún lado es el porcentaje de mentirosos. La familia absorbe la inmensa mayoría de los pensamientos de los hombres. Es decir, somos como Vito Corleone pero con la voz menos grave. Bien es cierto que no se especifica si esa preocupación por la familia se plasma más en afecto hacia la esposa o en buscar una excusa coherente para irse de farra con los colegas y llegar a las tantas. A pesar de no estar patrocinada por una marca de whisky de garrafón las conclusiones de este estudio no tienen desperdicio. Según las estadísticas, para quedar en una segunda ocasión con una churri cuenta tanto el 'body' de la interfecta como sus creencias religiosas o sus ideas políticas. Qué profundos somos los machos. Quedamos una vez para mirarla los ojos y una segunda para saber si comulga con el milagro de los panes y los peces. Menos mal que existen las encuestas para darnos una idea de cómo somos en realidad. Lo cierto es que ustedes vosotras no dan una en el clavo. Se creen que lo que más miedo nos da es no bombear sangre en la refriega sexual, pegar el petardazo y musitar aquello de 'es la primera vez que me pasa' (contigo, aunque este matiz suele omitirse). Pues no. Nos acongoja más quedarnos calvos y engordar. Bien es cierto que ninguna de las tres opciones es incompatible. Se puede ser perfectamente alopécico, gorderas y lucir morcillón. Acaso sea en este supuesto donde uno siente gran curiosidad por las creencias religiosas de ella. Por lo menos para tener algo de conversación.

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