9 de febrero de 2007

Disfrácese de muermo



Ya sólo falta que prohíban las Fallas por el humo o que en San Fermín, en vez de correr toros bravos, suelten un cortejo de moscas cojoneras que asustan menos. Así se rebajaran los decibelios del alboroto. Una jueza ha suspendido la celebración en las calles del carnaval de Tenerife. Mejor. Con esta medida evita muchos quebraderos de cabeza. No lo digo por el ruido. Lo digo por las dudas sobre qué disfraz ponerse. Bata guateada, pantunflas, pijama de rayas, orinal y a la piltra a planchar la oreja. A no ser que sea contumaz y se quiera poner a toda costa el traje de lentejuelas y el tocado de plumas. Usted verá, pero le advierto que lo más divertido que va a hacer de esa guisa es freir unos san jacobos y, francamente, se me antoja incómodo. A este paso cuando nos queramos ir de marcha sólo nos quedará la Procesión del Silencio. Ya no nos dejan fumar, tenemos que beber vino vestidos de camuflaje y ahora quieren que las fiestas las pasemos en casa con la familia cuando se inventaron precisamente para lo contrario. Ya lo dijo el clásico: como fuera del hogar, en ningún sitio. El fallo de la jueza (que no digo que se haya equivocado, a ver si me voy a tener que disfrazar de Julián Muñoz en Alhaurín) responde a una denuncia de unos cuantos vecinos. Muchos de ellos, a buen seguro, protestan por el jaleo del Carnaval porque no les deja oír en la tele los gritos de la Patiño mientras debate sobre si Paquirrín se fue o no se fue de putas. Ahora, lo veo venir, vendrá quien diga que es muy fácil hablar cuando no se ha padecido esta tortura. Conmigo pinchan en hueso. Cuatro años viví en la calle en la que se celebraban las fiestas más castizas de Madrid. Para ser más exacto justo encima de la tómbola (vamos, en el piso más cercano, no sobre el toldo). El perrito piloto era tan de mi familia que a punto estuve de caer en la zoofilia y cuando la muñeca chochona se fue a otra feria caí en una profunda depresión. Por no decirles que durante esa semana renunciaba a rociarme con mi fresca colonia Álvarez Gómez para salir a la calle exhalando un exótico aroma a zarajos y churros ¿Qué hice? Pues joderme y aguantarme. Y eso que eran fiestas peninsulares. Por lo menos en Canarias hay una hora menos de algarabía.

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