17 de enero de 2007

Tambores de apocalipsis

El fin del mundo se acerca. No lo digo yo. No me vayan a acusar de cenizo. Lo dice una revista científica. Y además extranjera. Eso son palabras mayores. Hace años era común que, de vez en cuando, algún trastornado saltara a la fama anunciando el Apocalipsis con día y hora exacta. Como las listas de espera de Esperanza Aguirre pero en versión rigurosa (ahora la marquesa consorte nos va a poner tele en los hospitales para ahorrarse el dinero de la anestesia). Todos le tildábamos de enajenado (al iluminado digo) pero en el fondo el tiparraco nos acojonaba. Ahí nos tenía mirando al cielo y al reloj con la misma frecuencia que si padeciéramos un tic en la muñeca. Ahora, con el poso de la edad, se ven las cosas de distinta manera. Si lo siento, en el caso de confirmarse, es porque a Vikibekam no le dé tiempo a encontrar casa en Los Angeles. Pobre muchacha, anda con el Segundamano de acá para allá. No le vale ni la de Miguelín Jackson y eso que se la ha puesto a precio de buhardilla de quinto sin ascensor. Quince milloncejos de euros. No es de extrañar que no le mole si tenemos en cuenta que quería expulsar a dos perrancanos de una de sus villas londinenses porque no le gustan las mascotas. Imagínense lo mal que lo pasaría en Neverland rodeada de jirafas, elefantes y rinocerontes aunque estén disecados porque, por lo que cuentan, a Miguelín no le queda ni para el alpiste del canario. Por lo demás me la trae al pairo el fin del mundo. Dejaría unos cuantos plazos del coche a deber al banco y otras cuantas multas sin pagar al Ayuntamiento sin olvidar que tengo a mi Madrid en plena crisis. O sea que si me apuran ya no pongo ni el despertador. Lo que ha cambiado con los años ha sido la causa del fin de los tiempos. Antes se temía que fuera con una bomba atómica introducida por alguna de las grandes potencias en el esfínter de la Humanidad y ahora se augura que sea, por ejemplo, por el cambio climático. Voy a empezar a preocuparme. Yo, que vivo en mi mundo, creía que esto del cambio climático, como mucho, nos forzaría a salir en tanga a la calle en diciembre y a ponernos el verduguillo y las manoplas en pleno agosto. Debe ser más serio. Joder, para que acabe con el mundo, no me digan. Peor que Bush antes de dejar la bebida. Tampoco es que los científicos lo tengan muy claro. Más o menos como Rajoy después de hablar con ZP. Lejos de admitir que no tienen ni puta idea avivan las brasas del miedo. Ya nos anuncian que, si no es el cambio climático, será la gripe aviar que amenaza con arrasar ciudades enteras. Digo yo que si estos tipos, en vez de fomentar el canguelo, no podrían aprovechar su sabiduría para que se rebaje el precio de la caja de Viagra. Un suponer vaya.

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