17 de enero de 2007

Un libro muy esperado


Ahora me lo explico. Me extrañaba que en un país en el que ni siquiera leemos las instrucciones del dvd se publicaran miles de títulos todos los años. Esa desproporción me costó un serio sofocón cuando me veía incapaz de ver en las librerías mi primera novela ¿Tan mala es? ¿No sirvo para ésto? Menos mal que por aquel entonces todavía no era abstemio. Pero, no. No digo que fuera buena ni que esté capacitado para el oficio de juntar letras. Digo que aquí para publicar un libro los requisitos editoriales son caprichosos y a veces hasta esotéricos. La cosa va por rachas. Cuando se llevan las memorias pues, a poco que se tercie, puede usted encontrar hasta las de la pequeña cantante Melody. Me dirán ustedes que, a su edad, cuántas cosas podría contar. Es lo mismo. Aquí quien tiene fama y sale en la tele ya puede cantar, bailar, hacer macramé, escribir un libro o rematar un corner. Si a un servidor, en vez de estar años currando sus novelas, se le hubiera ocurrido meter en una maleta una caja de polvorones La Estepeña ya tendría incluso una película en el Festival de Berlín basada en hechos reales. Hubiera bastado confundir al aduanero haciéndole creer que el polvillo blanco de los dulces era altamente sospechoso. Claro que para eso hay que ser listo; no escritor. Por eso no seré yo quién reproche a la gallega (desde el posado de Interviú parece que es la única que existe) que después de enseñarnos su cuerpo ahora nos enseñe su alma en un libro. Falta sólo el videojuego y la peli para el 'kit' completo. Todo se andará. Estas cosas lo único que incitan al prójimo es a reclamar para sí también unos minutos de gloria. Oíga que a mí me retuvieron un albornoz y un gallo en la frontera de Portugal. Y a mí un Starlux en Marruecos creyendo que era una piedra de hachis. En fin. No pretendo frivolizar con un asunto que al matrimonio no les hizo gracia alguna, pero una vez pasada la borrasca mejor intentar echarle sentido del humor. Además con la rentabilidad que le están sacando imagino que les importara una higa. A mí me pasaría.

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