4 de enero de 2007

¿Ser padres? ni de coña

Si tiene usted problemas para encontrar canguro alguna noche que se quiera ir de farra con su churri, o sin ella o él, no tiene más que bucar a su vecino adolescente para que se quede con la criatura y le lleve de botellón. No crean que soy yo el inconsciente. Puede que lo sea pero no por esto. Ha sido la siempre admirada BBC quien se ha montado un 'reality' en que niños de entre seis meses y catorce tacos son dejados en custodia a zagales de entre dieciséis y diecinueve años para que sepan lo que vale un peine. Es decir, el objetivo es que si copulan lo hagan con precaución para no tener que comerse el marrón que se tienen que comer delante de las cámaras. Vaya, que tener niños es un coñazo en según qué edades y que llevarles en la mochila junto a la litrona, las pastis y la 'play' es un puñetero incordio. Digo yo que podrían haber regalado unos condones en vez de que los bebés paguen el pato. Por ejemplo, durante el rodaje a una pareja de papis postizos se les olvidó dar el condumio al niño durante todo el día. Estarían viendo los Simpson o haciéndose las chuletas para los exámenes y no se puede estar en todo. Además, con un poco de suerte y por mor de la costumbre, igual les sale como Gandhi. No es fácil acordarse que uno tiene que cambiar los pañales cuando casi hace un rato se los estaban cambiando a ellos. La gilipollez es, desde luego, sideral. No digo yo que no pudieran recurrir a personas adultas, maduras y responsables, como es mi caso, para custodiar, un suponer, a una joven de veintitantos procedente de la playa de Ipanema. Ahí si cabe el sacrificio, pero no me digan que los nenes se merecen ese desasosiego. Además encuentro demasiado amplia la horquilla de edad. No me quiero imaginar a un potencial hooligan de catorce años con una madre de diecinueve. Pobre muchacha. Escalofríos me dan. Si de algo les sirve y desde la más absoluta modestia aconsejaría a la BBC que siga con los documentales de león se come a ciervo o elefanta copula con hormiga. Es lo suyo ¿Para qué cambiar a estas alturas? Si quieren que los adolescentes británicos contengan sus deseos sexuales pásenles por la pantalla la tarjeta de Navidad de Carlos y Camilla. Eso rebaja el furor al más salido. De nada.

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