3 de enero de 2007

Contra la marginación de la escobilla del váter

Ahora que me puedo permitir alojarme en un hotel con encanto quitan la escobilla de los váteres. He ido chequeando esta carencia y la tengo totalmente confirmada. No me he atrevido a preguntar en recepción por no romper el encanto, pero he investigado y me han soplado que es por higiene. Yo no tenía pensado lavarme los dientes con ella así que no entiendo tanta pulcritud. La escobilla tiene una ancestral misión y no sé a que viene esta marginación. Y claro, como estoy en un hotel con encanto pues ahí me tienen aliviándome en los bares para no quebrar el hechizo. Hay que tener en cuenta que en los hoteles con encanto todo ha de ser encantador y de buen rollito empezando por uno mismo. No es de recibo preguntar primero por una bucólica excursión en bicicleta y, sin pausa, requerir la dotación de la escobilla. Le tomarían a uno por guarro cuando se trata precisamente de lo contrario. Si me vieran cómo me las tengo que apañar lo entenderían. Claro que a mí se me acaba pronto la paciencia. Por ejemplo, esta mañana he ido al buffet libre y me he llevado un chasco. Me he percatado de la merma de las viandas y que el lugar que, por ejemplo, debía ocupar la bandeja de la panceta con pelito hállabase ocupado por una maceta de coloridas petunias. Que no digo yo que no sea encantador pero resta espacio a la manutención de la andorga y por ahí sí que no paso. Si acudo a estos lugares es por un claro acto de resentimiento social. A uno, de vez en cuando, todavía le asalta la pesadilla de verse durmiendo con gorro y guantes para no coger una gonorrea en cualquier pensión de mala muerte. Me he arropado con colchas cuyas pelotillas bien pudieran servir de atrezzo a los spaghetti-western como matorrales del desierto. He tenido que defecar en cuclillas, al menos a treinta centímetros de la taza, en decenas de ocasiones. Más agujetas que si hubiera corrido la maratón. Por lo tanto uno está en su derecho y casi en su obligación de rendirse un homenaje. Sin embargo, ando decepcionado. No hay jacuzzi. Bien es cierto que la última vez que moré en una habitación de auténtico 'luxury' lo había y no supe ponerlo en funcionamiento. Es más, pretendí gozar de los chorros multidireccionales y me salió por el altavoz la cadena COPE. Era el mando de la radio del baño. Eso pasa por estar acostumbrado a escucharla desde la ducha a fuerza de ponerla a toda hostia en la cocina. Por esas razones de asilvestramiento contumaz es por las que frecuento hoteles con encanto. A ver si se me pega algo. Eso sí, mientras aprendo, la próxima vez me llevo la escobilla envuelta en la toalla de la playa. A ser posible, nueva (la escobilla, of course).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja, hace pocos meses, en un hotel de Londres me convencí, de nuevo, que en nuestro país se vivía muuucho mejor, en nuestros hoteles había escobilla y en los suyos no! Pensé que eran unos cutres.. Pero cual fue mi sorpresa cuando, hace unas semanas, comprobé que aquí pasaba lo mismo!! Y es que claro, no es fácil entender que en pos de la higiene eliminen un elemento que contribuye a la misma. No sé.... me estoy liando.... puede que esté equivocada.... tendré que pensarlo mejor....

Veo que incluso en vacaciones le das a la tecla... que trabajador Hijopordios!!

Saludines y a pasarlo bien!!

Anónimo dijo...

Hay que volver a las pensiones con papel higiénico El Elefante. Que limpiaban y depilaban a la vez. Sí hija, lo mío es afición, pero es que me lo paso bien