Cualquiera en su sano juicio (si semejante virtud se pudiera tener a las ocho de la mañana de un día de Año Nuevo) pensará que acabo de regresar al hogar medio piripi, tocado con un gorrito de hada y con las serpentinas enredadas hasta en la mismísima campanilla. La noche invitaba a estos desmanes. Mas uno, se lo digo y no me creen, tiempo ha se trocó en hombre de orden y, para que negarlo, medio sosainas y hasta muermo si se tercia. Con decirles que a eso de las doce y quince, después de esputar la última pepitilla de las uvas, hallábame embutido en el sobre 'releyendo' a Stendhal les digo todo. Remarco lo de 'releyendo' porque a los intelectuales de vanguardia, a ciertas alturas de nuestra atormentada existencia, ya se nos queda corto y mundano aquello de 'leer' un libro. Estamos en época de subrayado y profundización. Así 'semos' nosotros. Vaya en mi descargo que si opté por esta juerga tan sui generis no fue por dármelas de alternativo sino porque me echaron de la televisión. A punto estuve de enloquecer; de creer que había retornado (ya saben, el eterno retorno ya que nos ponemos pedantorros) a los tiempos de la Primera y el UHF. En un canal cantaba Bisbal y en el otro también ¿Quién me lo iba a decir? (les imagino al loro de las últimas tendencias musicales para haberse percatado del sutil juego entre mi desazón y una de las canciones de 'Bisbi') No crean que era el mismo Bisbi. Bueno sí, pero no. En una aparecía con su actual look, pelo rapadillo en un ejercicio de clónico de Ricky Martin, y en otro con una moña torera en la que recogía sus arcangélicos rizos. Es decir uno de los temazos lo debió grabar en fechas recientes y otro poco después de tomar la Primera Comunión. Una vez superada la pesadilla de verle en todos los canales me esforcé en otra intentona para, al menos, presumir en días venideros de un fiestón morrocotudo. En ello estaba cuando salió él. El gran Julio. Con ese ritmo que envenena su cuerpo no pude más. Me levanté y, como les decía, me fui a la cama a leer a Stendhal. Si piensan que soy un pobre amargado y resentido puede que tengan razón. De momento les recuerdo algo. Jódanse; yo no tengo resaca.
Paco Miranda, «pianista de oído», in memoriam
Hace 2 días
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