No puede uno ser bueno. Al final la incomprensión te arroja en brazos de la marginación y la delincuencia. La policía alemana ha detenido a un conductor beodo que se bajó de la moto a ayudar en un caso de accidente. El hombre vio la verbena de las sirenas y las luces y, sin pensárselo (tampoco tenía la cabeza para mucho trajín la verdad sea dicha) aparcó de mala manera, se remangó y, cuando se disponía a echar una mano, le trincaron. No había ocurrido ningún accidente. Se trataba de un control policial y el altruista borrachuzo se metió en la boca del lobo. Dando tumbos, eso sí. Qué falta de caridad. En ese estado de embriaguez le podía haber dado por saltarse semáforos o robar belenes como en España o por escuchar las conferencias de Aznar o leer la biografía de Bush o alguna otra perversión. Y sin embargo le dio por colaborar en una acción humanitaria y así se lo pagan. No había accidente, pero había voluntad. Pues nada, le han puesto una multa del copón y le han quitado el carnet. Y lo que es peor: a este individuo le han condenado a convertirse en un abstemio radical. En ese estado de privación de priva, valga la redundancia, que Dios nos pille confesados. El ex conductor capaz es de encontrarse a un herido en accidente y en vez de socorrerle como debería rematarle en venganza ¿Por qué no? Si cuando iba todo bolinga le daba por ser un bendito nadie nos dice que todo sobrio no le dé por ser un solemne hijodeputa ya sea por vocación o por resentimiento social. Luego nos dirán que la gente no es solidaria y que va a lo suyo. No les extrañe que uno sea testigo de una paliza a un semejante mientras se lima las uñas y ni siquiera se levante a no ser para robarle la cartera en pleno estado de indefensión. En caso contrario, es decir si sales en su ayuda, no descarte que le sancionen por inmiscuirse en la vida privada de las personas humanas. Anda y que os den.
Paco Miranda, «pianista de oído», in memoriam
Hace 3 días
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