Tirori-tirori-tirori-to-ti

Ya he vuelto. Les dejo un día y la que me arman. Uno también tiene derecho a ir a Cortylandia. Iba a ser original y ofrecerles un balance del año que acaba. Ya saben que, junto al destino de vacaciones de los ministros, los hijos secretos de Pajares y los churris de la Obregón, estamos ante uno de los eventos informativos de mayor enjundia y riesgo. Periodismo de investigación en estado puro. Sin embargo, voy a mirar al futuro. Lo he intentado con el presente pero acabo de ver la foto de Sadam en la horca y la de la humareda del coche bomba de Barajas y, qué quieren que les diga, mejor pasemos la hoja del almanaque. He reflexionado sobre nuestra tradicional manera de iniciar los años y no me extraña que no levantemos cabeza. A saber. Tirori-tirori-tirori-to-ti (repitánlo) ti-ro-ri-to-ti (den palmas) Ahora háganlo más rápido ¿A qué ya saben de qué les hablo? En efecto, este año tampoco asistiré al Concierto de Año Nuevo en Viena. Y bien que lo siento porque el marchón es envidiable. Como saben, un selecto público embutido en smokings y lentejuelas junta sus manitas mientras tintinean sus pulseras de diamantes y sus rolex de oro. No sé si siempre son los mismos o me lo parecen pero la murga es contumaz. Qué decirles de los tradicionales saltos de esquí. Valiente truño. Así no hay quien pueda con el año. Menos mal que luego nos queda la repetición del Especial de Nochevieja ¿No se han dado cuenta que puede ser igual el del 2006 que el de 1968? Arruga arriba arruga abajo, los de siempre y, lo que es más grave, los debutantes sólo empeoran el nivel. En resumen, lo más interesante es saber cuál es el primer anuncio del año. Ya saben, cuando seguidamente alguien exclama aquello de 'les habrá costado un pasta'. Por lo demás, las putas pepitas de las uvas enganchadas como un koala a la campanilla, los soldaditos de la Puerta del Sol que saludan a España entera y, para colmo de males, los presentadores ya no se equivocan ni en los cuartos de las campanadas. Lo dicho, un coñazo.