12 de diciembre de 2006

¡Vivan los hijos de puta!

Hoy me siento más patriota que nunca. Digamos tan solo que hoy me siento patriota. Sería capaz de colocar sobre la tele la bailaora y el toro, dormirme una siesta del copón y cantar con Manolo Escobar el ¡Viva España! brindando con sangría Don Simón de tetrabrik. Sólo por ver babeando a ese energúmeno mientras nos llamaba 'españoles, hijos de puta' merecería la pena. El tiparraco estaba desconsolado por la muerte de su general Pinochet. Me había prometido no malgastar ni un átomo de mi cuestionable capacidad de expresión en hablar de este sujeto a quien ni siquiera la muerte le castiga como hubiera merecido. Sin embargo, hay veces que uno no puede reprimirse. Lo debemos haber hecho muy bien aunque no haya servido para mucho a juzgar por la rabia de estos apóstoles de la barbarie. No sé si es una decepción que haya muerto en la cama sin ser juzgado. No lo sé porque dudo que alguna sentencia compensara mínimamente sus atrocidades. Ha muerto viejo y sin arrepentirse. Nunca pidió perdón pero también dudo que hubiera aliviado algo las muchas penas que dejó bajo el filo de su sable. Yo ni perdono ni olvido. Conocí a muchos chilenos exiliados cuando todavía era un adolescente. Acudí, allá por el año 77, al primer recital de Quilapayún en España cuando se nos ponía un nudo en la garganta al grito de 'el pueblo unido jamás será vencido'. Chile fue, para una generación que apenas padeció el franquismo, el espejo del horror, el recordatorio de lo que no queríamos para nosotros ni para nuestros hijos. Eso sí, no olvido su mandato de sangre y tortura ni tampoco olvido a quienes lo auspiciaron ni a quienes lo jalearon. No crean que hablo de fascistas reconocidos. Hablo de gobernantes que se ponían como ejemplo inmaculado de las democracias. Hablo de los gilipollas, eso sí, doctos y con másters en economía, que aplaudían al dictador cuando ponía en marcha los planes de pensiones privadas. Ya se habían olvidado de los muertos, de los desaparecidos, de los torturados, de las mujeres violadas por perros, del ahogo de las ideas, del asco más absoluto. Es la economía, imbécil, ya lo dijo no sé quién. Ahora, los mismos pero más viejos, se echan las manos a la cabeza por los excesos del anciano ladrón y asesino y te ondean el fantasma de Castro para que, quienes detestamos las dictaduras sean del color que sean, sepamos que en todos los sitios cuecen habas. Eso sí, sólo recordar un pequeño detalle. Castro se levantó contra una dictadura repugnante y Pinochet contra un gobierno democrático libremente elegido. No justifico su mano autoritaria. Sólo repaso la historia.

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