1 de diciembre de 2006

Siempre nos quedará Copenhague

No sé cómo decírselo a mi sultán. Tendré que esperar a que yo pueda sosegar la emoción que me embarga. Dinamarca sí que nos entiende. Acaban de eximir de cualquier prohibición la zoofilia doméstica. Me refiero a la practicada en casa. Es decir, usted puede copular con una piraña, no tiene por qué ser con un perro o gato, pero siempre al calor del hogar. Eso sí, allá usted con sus veleidades. Si se lo monta con la piraña, un consejo gratuito: tenga mucho cuidado con el sexo oral. Por fin, aunque me tenga que largar a Copenhague, podré dejarme llevar por los instintos. Soltaré la cadena y le llevaré agarrado con mi mano a su patita que es lo que siempre me ha apetecido. O le pasaré mi brazo por su lomo esponjoso mientras vemos '101 Dálmatas' y yo casi ni respiro para no molestarle. Claro que él tampoco ladra cuando yo veo el fútbol. La magia de la convivencia. No se asusten. A mi sultán y a mí ya no nos hace falta el sexo ni siquiera entre nosotros. Basta un cruce de miradas para saber que él siempre quiere comer de lo que tú comes o para saber cuándo quiere salir a la calle porque ha quedado con los colegas para ver las carreras de trineos. Sólo yo sé el emotivo escalofrío que cimbreó mi cuerpo la primera vez que levantó la patita para miccionar. A punto estuve de colocar una placa en la esquina agraciada. Aquí meó Bruno con la soltura propia de su condición ¿Quién te recibe cuando vuelves de tirar la basura con idéntico regocijo que si hubieras sobrevivido a una conferencia de Aznar? Sólo tu perro. En España hemos aprobado el matrimonio entre homosexuales. Bienvenido sea. Sin embargo, deberíamos llegar más allá y no sólo autorizar la unión entre personas del mismo sexo sino también de distinto género. Es más, yo creo que, sin saberlo, 'de facto' ya se celebran. Basta ver a los mostrencos y salvajes que apalean a sus compañeras. Pero yo hablaba de amor. No es que precise un documento que certifique mi innegociable cariño, pero me hacia ilusión verle en el banquete, recién bañado y cepillado, dando cuenta de sus bolas de pienso confitadas por Ferrà Adriá. Allí en el salón, los dos abriendo el baile al ritmo del 'cocoguagua' mientras los asistentes cortan y subastan su correa. Todo se andará.

No hay comentarios: