Al final la tontería nos cuesta un disgusto diplomático. Hasta ahora sólo les quitábamos el petróleo pero se ve que la voracidad de Occidente sólo tiene el límite de sus ocurrencias. Un cartero francés subastaba por el internés mechones de pelo del gran faraón Ramses II. A mí me da cierto repelús pero el gobierno egipcio ya ha puesto el grito en el cielo por la rapiña capilar. Me he molestado en indagar si era para tanto. A ver si el tal Ramsés lucía melenaza al estilo del pianista de Parada o fue precursor de Tony Manero y estoy hablando desde la ignorancia que me avala y que tanto esfuerzo me ha costado consolidar a lo largo de los años. El hombre no se quitaba el tocado propio de su rango ni para orinar en las tapias de las pirámides. Aún así, como las ciencias adelantan que es una barbaridad, el análisis de su cráneo ha permitido recrear el careto de Ramsés. No me digan que no. Podía ser faraón igual que podía ser auxiliar administrativo de CajaElCairo. El cabello, escaso y ramplón, o sea que no sé a qué viene tanto alboroto. Ni que hubieran subastado el tupé de Anasagasti o el bisoñé de Leonardo Dantés. Eso sí que hubiera sido un expolio y una pérdida irreparable de patrimonio histórico-artístico. Al parecer, el individuo bajo sospecha había heredado los pelillos de Ramsés de su padre que, a su vez, los había distraído durante un lifting a la momia. Y luego me quejo porque el mío sólo me dejó un reloj. Digo yo, desde el respeto, que el progenitor algo cebollino sí era porque sólo así se entiende que hurtes esa guarrería (se supone que pertenecen a la cabeza pero nadie descarta que se adscriban a los propios huevecillos faraónicos) cuando estos tipos se enterraban con todo el ajuar. Y no estamos hablando de la vajilla que te regala el banco por el plan de pensiones. Qué va. Como poco, la Termomix de oro macizo o el orinal con diamantes incrustados. Y tú te vienes con los pelillos todo contento. El hijo ha sido más avispado. Ha metido en bolsitas los filamentos y los ha puesto precio. En España debíamos plantearnos algo similar. Como sólo tuvimos una Faraona, la gran Lola Flores, y ya no está entre nosotros, se me ocurre sacar a subasta las pelotillas del ombligo de Isabel la Católica. Según dicen, tanto desvelo por la unidad de la patria fue en detrimento de su aseo personal. No quiero yo decir que fuera guarrilla, simplemente descuidada. Esperemos que a Acebes no le ocurra lo mismo.
Paco Miranda, «pianista de oído», in memoriam
Hace 2 semanas
No hay comentarios:
Publicar un comentario