4 de diciembre de 2006

Pasar el cepillo

No crean que estos días de asueto los he dedicado a tumbarme a la bartola que bien merecido lo tendría. Si les he privado durante horas, que les habrán parecido siglos, de mi singular pluma es para que me echen de menos y me quieran. Uno también tiene su corazoncito aunque no llorara viendo ‘Bambi’. Por eso y porque he estado pensando un nombre para la futura infanta. Ya saben que es la moda. Como si los padres no tuviesen tiempo de ello, los españoles hemos sido convocados para compartir tan importante decisión. Está tan atareada la pareja. Se acerca la temporada de nieve y hay que elegir el mono y los bastones para ir a Baqueira. Qué duro es y qué fácil nos parece. No es asunto sencillo ni menor hallar un nombre para un retoño real. Ya saben que no es uno, sino decenas de ellos, enumerados como una respuesta del 'Un, dos, tres'. Vamos que en vez de tarjetas luego tienes que utilizar el rollo de papel de cocina para presentarte. Como no estoy inspirado he vuelto al tajo. A lo mío. Y mira que me duele porque si algo me reconforta en la vida es ayudar a la Familia Real a lo que sea. En fin. A escudriñar por el mundo. Leo. Un predicador americano ha iniciado una colecta entre los feligreses para comprarse un jet privado. Estos son los líderes espirituales que a mí me ponen. Anda que el tío no podía haber dicho que era para arreglar el tejado de la Iglesia o para comprar juguetes a los huerfanitos. Pues no. Ha sido sincero y eso le honra. Dice que con el jet podrá evangelizar más rápido y a más gente. Razón no le falta ¿Quién nos asegura que, por ejemplo, en las Barbados o en las Seychelles no hay potenciales fieles que quieren oír la buena nueva? Pues nada. Te llevas el equipaje de mano, el meyba estampado con motivos religiosos y a ganarte al infiel. No se crean que el tipo sólo piensa en él. Con cada donativo regala una reproducción a escala del avioncito que se quiere agenciar. No me digan que no es todo un detallazo. Así mientras usted ve la tele después de doce horas de curro podrá ver encima de ella el jet en miniatura en el que el predicador se está pegando la vida padre y muy señor mío. Yo lo prefiero. Soy poco dado a la caridad pero una mañana solté unos buenos cuartos a un indigente que pedía para beber. No sé si le subvencione el vicio por compasión o por la transparencia de sus motivos, pero el tipo me lo agradeció jovial y me obsequió con un eructo con tufo a vino peleón para certificar la veracidad de sus razones. Me pareció de lo más correcto. Me sentí muy reconfortado, no tanto por fumigar mi conciencia sino porque no me hubieran engañado.

No hay comentarios: