No perturben la paz de este hombre. Este hombre ya no es tal. Tiempo ha se despojó de ese ordinario e imperfecto disfraz de ser humano y tornóse un ser superior. Un lujo para el mundo que, como es costumbre, en España no valoramos como merece. Ahora pide paz y estamos en la obligación de concedérsela. Sólo en ese estado limítrofe en el nirvana podrá seguir alumbrando sus asertos, puliendo sus ideas, transmitiendo la buena nueva, pontificando aunque lo único que le hayas pedido sea la hora. Mientras usted camina por la calle y se arriesga a pisar una boñiga de perro, él transita levitando por encima de las zanjas y las dificultades. Jose ha estallado de ira. Se ha visto en un video hablando del movimiento vasco de liberación, pero ese no era él. Ese era un hombre a un cargo pegado, un presidente mundano y, por ende, imperfecto. Hoy es un estadista en la reserva. Un conferenciante de quilates que imparte sus experiencias ora en castellano ora en inglés ora con acento mejicano. Jose no quiere saber nada de su pasado. Él mira al futuro aunque, de cuando en cuando, se remita a las Cruzadas para combatir al moro infiel. Jose ya no habla. Simplemente predica. Incluso lo hace en catalán aunque sólo en la intimidad. Se ha sentido herido porque los humanos, bueno, los socialistas, que igual no hay que exagerar con su condición, le han recordado lo que un día fue y lo que un día hizo. Y eso duele. Cuando sus múltiples ocupaciones se lo permiten regresa a la patria y reúne a los amigotes para que le hagan la ola; suelta una filípica y se evapora como el arcángel San Gabriel. A veces lega un mensaje críptico, un amago de profecia, un atisbo de buenaventura. Dejen en paz a este hombre. No incordien su grandeza. No anden hurgando en sus diminutas miserias. Su reino ya no es de este mundo. Donde usted simplemente caga, él alivia de inmundicia su anatomía; dónde usted fríe un huevo, hecho por él estamos ante una pirueta genial de la nueva cocina. Ya está bien de inteferir en sus reflexiones con tontunas y zarandajas. Déjenle en paz. A ver si se anima y él hace lo mismo con nosotros.
Paco Miranda, «pianista de oído», in memoriam
Hace 2 semanas
3 comentarios:
¡Coño Cambalache!, leyendo tu articulo me vino a la memoria el cantante Alí Primera (muerto hace un montón de años) y sus canciones. El párrafo “Dejen en paz a este hombre” me recuerda la canción “Ruperto” si no le conoces baja del burrito las siguientes canciones: El gallo pinto, Con el sol a medio cielo, Los que mueren por la vida, La patria buena, Canción mansa para un pueblo bravo, Cañaclara y tambor, Madre déjame luchar, Tía Juana, Don Samuel, Black power, Cielo despejado, Mi pueblo me hace cantar, No basta rezar, Juanita la lavandera, Otra vez, La guerra del petróleo, Esquina principal, Paraguanera, El cantor de bolivia, Solo para adultos, Coquivacoa.
Muy largo le fías al personaje. Quien antes no se debía a los hombres sino a Dios y a la Patria, ahora es un asalariado que trabaja por cuenta de su jefe Murdoch, el cual supongo que de tanto en tanto le pedirá cuentas por el sueldo que le paga. Y es que donde hay patrón no manda marinero.
Dejadle en paz, por favor. No alteréis sus pensamientos. Como sois
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