29 de agosto de 2006

Súper-Chinos

El título de un libro escrito hace ya muchos años me escamó en mi infancia y los años han venido a darle la razón. A la sazón, advertía que cuando China despertara el mundo iba a temblar. La leyenda popular, a su vez, aseguraba de manera exagerada que si todos los chinos saltaran a la vez los efectos podrían ser equiparables a los de un terremoto competitivo en la escala Richter. Pues todo esto no es nada para lo que nos espera. Las autoridades asiáticas han dado el visto bueno para que, mediante manipulaciones genéticas y clonaciones, se alumbren 'súper-pollos' y 'súper-cerdos' que nutran a la creciente población. Hay que recordar que son más de mil trescientos millones, incluso más que las estimaciones del PP en sus manifestaciones, y que los animalitos de granja actuales no dan abasto. Aunque los nativos son de natural bajitos papean como limas y basta dividir un pollo entre dos, qué menos que muslo y pechuga, para conocer todos los que harían falta para satisfacer sus paladares. Seiscientos cincuenta millones de pollos. Qué barbaridad. Por lo tanto, cuidadín dentro de unos meses en los restaurantes chinos a la hora de pedir cerdo agridulce o pollo al limón. A ver si en vez de en una bandeja te lo tienen que traer en una carretilla o, si son cuatro o más comensales, en un contenedor. No sé si ya hay previsiones, pero no es un dislate calcular que de un superpollo puedan comer treinta chinos cual termitas y que con los huesos del muslo se puedan construir una piragua porque apañaos son un rato. No estaría mal que de esta megalomanía gastronómica tomaran buena nota algunos artistillas de la sartén y los fogones porque ya te tocan los... higadillos. Vamos, digo que aplicaran la lupa aumentativa a esas 'delicatessen' ínfimas en tamaño y disparatadas en precio que inventan estos finolis del mandil. Me refiero, por ejemplo, a la perdiz rellena con frambuesas caramelizadas al vapor del Mar Muerto y acompañada con hojas de brocoli aromarizadas con hierbabuena de Macedonia del Sur. Un plato más largo que un cuento de Monterrosso y que, en suma, se trata de dos pelotillas con un perejil maquillado dentro de una palangana de postín del tamaño del coso de las Ventas. Eso sí, que no falte el correspondiente chorrete de no sé qué sustancia a modo de rúbrica del artista que luego resulta esencial para mojar si te pusieran pan de miga y no un corrusco de pan cocido al nitrógeno. Con esta nueva política china del 'burro grande ande o no ande', ese manjar se convertiría en toda una provocación. Ya lo es casi aquí. Encima ni se te ocurra decir que está bueno que te cae un chorreo. Esos cachivaches culinarios están sublimes o, como mínimo, exquísitos, nada de cojonudos ni sinónimos asilvestrados. No se me va de la cabeza. Estoy pensando en los rollitos de primavera y me veo dos rodillos de máquinas asfaltadoras. Les veo cortándolos con una motosierra bajo la atenta y siempre sonriente mirada del camarero asiático. Con todo, paso porque nos aumenten los tamaños de las viandas, pero, por favor, que esta revolucionaria decisión no afecte nada a la decoración de los locales ¿Qué sería de las sobremesas en los restaurantes chinos sin esos tapices de dragones ni esas cataratas luminosas que no acaban nunca de caer? ¿Qué decir de esos vasitos para el sake que guardan en el fondo del vaso un picaruelo desnudo que sólo se ve al echar el líquido? Qué maravilla. Qué interioristas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se me viene a la cabeza que para engordar esos pollos y cerdos, también hace falta cantidad de alimentos, pues deben tragar de lo lindo.
Sobre la nueva cocina minimalista, para prueba el botón del presidente de Cantabria, que se quedó con hambre en la principesca boda.Vale que hay que cuidar el colesterol, pero quedarse con hambre en una boda de tanto tronío,es racanería.