1 de junio de 2006

Después del requiem, el negocio

Hace muchísimos años, poco después de acabar la guerra civil, a mi madre le ofrecieron la posibilidad de ir a hacer una prueba en la radio. Mi madre bordaba la copla pero su timidez le hizo rechazar esa modesta versión de 'Operación Triunfo' y acabo bordando las coplas mientras limpiaba de rodillas miles de peldaños de escaleras. No sé que hubiera sido de mi vida si hubiera aceptado. Claro que viendo al que fuera Paquirrín, ahora por su tamaño ya ni sombra de lo que fue, tampoco la idea me seduce mucho. La infancia viene a ser la única patria que reconozco; la etapa de la vida en la que te impregnas de las vivencias que luego crecen o se marchitan en tu interior. Así nació mi pasión por el fútbol de la mano de mi tío Nino que en gloria esté; el olor del césped, las carreras de Gento, ya mermadas por la edad, o los regates de Amancio o mi devoción por la copla. Desde que era crío me sabía las letras de 'Ojos verdes', 'La Zarzamora' o de 'Pena, penita, pena' que nadie cantará jamás como La Faraona. La efervescencia política, mi militancia de pegatina y llavero en las filas de la izquierda, casi un juego propio de adolescentes de aquellos tiempos, me acobardó y me hizo ocultar durante años que a mi, pese a que sonara a rancio, franquista, casposo y demás, me emocionaba escuchar a Juana Reina o a la gran Marifé de Triana (también a Silvio y a Pablo, por supuesto). Qué mal lo tuvimos aquellos años los que preferíamos cantar un gol a leer a Lenin, qué coñazo, por cierto. Luego el tiempo te libera de prejuicios, la verdad es que en mi caso no han sido excesivos, y te hacen cargar con la cruz que a cada uno le corresponda (también me gustaban Camilo Sesto y algo de Los Pecos, pero eso sí que he necesitado años para confesarlo). Eso sí, admito que cuando el maestro Serrat y mi admirado Manolo Vázquez Montalbán reivindicaron la copla respiré más que aliviado. Rocío Jurado ha sido una gran voz, para mi no la más grande, pero una voz enorme y poderosa. Siento su muerte pero creo que para ella llegó la tranquilidad, dada su penosa agonía, y para el resto ahora llega el nauseabundo alboroto. Quizás por origen social tiendo a ser cómplice de la gente que sale del pueblo y llega a lo que de manera tan manida y tergiversada se conoce como éxito. Oí hace poco una anécdota de la Jurado, en un pregón del Carnaval de Cádiz, que aumentó mi admiración hacia ella. Le habían preparado un texto en el que cada letra de la palabra Cádiz invitaba a un vocablo grandilocuente, 'C' de corazón y cariño, por ejemplo, y al llegar a la 'A', la chipionera leyó lo que la habían preparado y añadió de su cosecha "y 'a' de angustia y astilleros"; eran los tiempos de la dura reconversión del naval y el pueblo estalló en aplausos. Después de la narración casi en tiempo real de su agonía, incluida la táctica de los paparazzi de subirse a las vallas o a los árboles a ver si captan una foto con los ojos medio en blanco de la moribunda quedan por venir los 'especiales' televisivos. A estas horas ya estarán la corte de parasitarios desemplovando el maquillaje de congoja para luego pasar al morbo, a la cizaña, al ya lo dije yo, a las suposiciones, a los rumores, a los devaneos de ella, de sus hijos, de su ex marido, del actual. No exculpo a nadie de ello. Hace tiempo una teoría pacifista se planteaba si la responsabilidad de las guerras era de los gobernantes que las ordenaban o de los obreros que fabricaban las balas ¿qué pasaría si nadie hiciera las bombas? Llevo veinte años ejerciendo el oficio de periodista y me niego a compartir pupitre profesional con quienes enarbolan la carroña en aras del derecho a la información. Sé que a los jóvenes a los que tienen horas y horas esperando cámara y micrófono en mano a las puertas de la finca de Jesulín para ver si éste prohombre esta vez amenaza con el estoque o tira una piedra les pagan una miseria por horas y horas de trabajo. Luego, con ese material, se sientan en el púlpito los 'periodistas de investigación' y sesudos analistas y les pagan a precio de estrella del rock por entrevistar en su mayoría a personas insípidas cuyo mayor logro ha sido dar un braguetazo. Por esa hazaña en este país puedes cobrar en una hora el doble de lo que cobra al año un investigador becado. No es ninguna exageración y da tanto que pensar como asco.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Reconozco que me emociónó oírla cantar "El amos brujo" de Falla.También la he visto por la tele con Camarón tirarse un arranque flamenco.Era una gran artista, y puede que hasta buena persona , pero no me hacía ninguna gracia su forma de ser.Es lo que siento y así lo digo.
A Marifé de Triana , siempre la admiré como artista y como mujer, aún la sigo admirando.Nunca he negado que me guste la copla, aunque lo mío es más el flamenco.Me gustan todas las músicas, desde el rap hasta lo que yo llamo el "rapsodoble", siempre que haya arte y chispa en las intarpretaciones.
Lo del negocio de la tele "sin corazón", es de vergüenza ajena.

Anónimo dijo...

Amor brujo....

Anónimo dijo...

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