31 de mayo de 2006

Monólogos de la nación

No acostumbro a entrar en asuntos de tan hondo calado porque mi intelecto no alcanza cumbres tan elevadas. Soy más amigo de lo pintoresco, de lo exótico, de la pequeña noticia que asoma tímida entre un océano de grandes temas que, sin duda, hurtan el sueño a una gran parte de la humanidad como los que se tratan en el Parlamento. Por ejemplo, ayer leí así por encima y ando buscando más información algo sobre los beneficios que reportan las células de conejo en la elaboración de penes artificiales. Me interesa y no para elaborar una tesis que, a cierta edad, donde no llega ya la naturaleza igual da tiempo a que llegue la ciencia. Mientras ando recabando datos sobre este milagro voy a entretener estas líneas en aportar unos brochazos sobre el llamado Debate sobre el Estado de la Nación. Admito que apenas pude ver escasos pasajes, más o menos los que se me permitieron entre ronquido y ronquido. No sé por qué lo llaman debate si vienen a ser como monólogos en los que cada uno escucha lo que le conviene y luego dice lo que le viene en gana. Entiendo que se celebre aunque sea para incentivar las mentes de los tertulianos, la facturación de las empresas demoscópicas o para alentar a los ciudadanos a votar sobre quien ganó como si fuese un combate de Tyson. Por encima de estas benévolas ironías he de decir que me pareció más que bien que el señor Rajoy (esta vez más señor que nunca) no utilizara la política antiterrorista como dardo envenenado. Queda dicho. Lo demás, lo de siempre; uno que nos arroja un aluvión de datos y el otro que esgrime los contrarios; uno que vivimos en Disneylandia y el otro que casi en Bagdad. Qué tedio señor mío. Por cierto, me parece más que mal que tras la intervención de los dos que parten el bacalao, bueno uno lo parte y el otro ni lo huele aunque bien que le gustaría, los diputados y diputadas salgan de estampida sin mediar una amenaza de bomba. A sus señorias les pagan, y muy bien por cierto, el debate es una vez al año y por encima del estado, en este caso no el de la nación sino el de las próstatas y alguna circunstancia comprensible, no es de recibo que cuando hablan los grupos minoritarios la cosa torne en soliloquio. Sólo por esperar a que el diputado Labordeta vuelva a mandar a todos a la mierda, culmen dialéctica de la reciente democracia y una de las pocas cosas que sacuden del absoluto hastío, merecería la pena estar en el escaño. Si tienen teléfono y ordenata portátil, si pueden llevarse autodefinidos o hacer la lista del híper. No sé a que viene tanta deserción. No sé que sería de ellos si en vez de estar sentados con aire acondicionado y todos esos privilegios tuvieran que picar zanjas en Écija en el mes de julio y le dijeran al capataz que se iban un momento al despacho. En fin, pues que eso, que, para ser sincero, madrugo más que las gallinas y quería matar el rato porque a mi, lo que de verdad me interesa hoy, es seguir el rastro a las células del conejo, un animal al que siempre, por diferentes razones algunas de ellas metafóricas, he tenido en gran estima.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Siento que no puedas dormir, pero mientras escribas así, no hay mal que por bien no venga

Anónimo dijo...

Si como recomiendas a sus señorías (nunca mejor dicho)que deberían picar con el calor, también podrías mandarme alguno a recoger cerezas a las 3 de la tarde.También se iban a enterar de lo que vale un peine.
Lo del conejo, lo compart.Me encantan los conejos caseros.

Anónimo dijo...

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