10 de mayo de 2006

Por ahí sí que no paso


Me he mordido la lengua y casi me enveneno pero hay cosas que desbordan la paciencia y claman una respuesta urgente y contundente. Una formación política que en el desglose de sus siglas lleva las palabras izquierda y republicana merecía todos mis respetos pero está claro que es pisar moqueta, es decir pillar parcelillas o solares de poder, y la metamorfosis es inmediata. Si ERC pretendía hacer valer ese slogan de 'Catalonia not is Spain' lo que está logrando, a paso de legionario, es todo lo contrario. Catalunya pasaba por ser un territorio (nación, región, cantón, terruño, perdón si me dejo algo que está la cosa muy susceptible) marcado por un hecho diferencial, el llamado 'seny', que tornaba sus debates en más pausados, dialogantes y menos viscerales que en el resto del Estado. Catalunya alardeaba de que su política autonómica distaba mucho de convertirse en esa corrala de vecinos cotorras en la que demasiado a menudo se convierte el Congreso o algunos Parlamentos. Pues bien, por obra y gracia en buena parte de los dirigentes de ERC, lo que querían que fuera distancia con España cada vez se torna más cercanía y eso debe ser muy malo según su parecer. El tripartito se ha instalado en un sainete de Arniches del que no sale ni para saludar al público. No se puede negar a ERC que su criterio está abierto a todas las posibilidades. El voto al Estatut se ha transformado en una astracanada en la que vale cualquier cosa en función del ámbito de la votación o de si hace frío o calor. Ya hace unos meses, los chavalotes de ERC, en una clara demostración de tolerancia, se encadenaron frente a la COPE exigiendo su cierre. Ni siquiera malgastaré más de un par de palabras en decir que puedo ser sospechoso de todo, bastaría con verme la cara, menos de comulgar, y nunca mejor dicho, con el veneno que, según dicen porque prometo que no la escucho jamás aunque uno se entera aunque no quiera, destila esa emisora auspiciada por los obispos (por cierto ¿se confiesan por ello?) Sin embargo siempre he defendido que la indiferencia es el mejor antídoto contra la estulticia. Y que cada uno diga lo que quiera y cada cual escuche lo que le dé la gana. La penúltima es la persecución de la simbología asociada a la España cañí. Los toritos y las folclóricas que ornamentaban los televisores UHF de nuestras casas están en peligro de extinción. Qué gran medida de gobierno, qué lucidez política, perseguir a inocentes muñecos que, bajo su aspecto inofensivo, esconden toda la maldad española contra Catalunya. Ya tiemblo porque lo siguiente será el Cristo hecho con pinzas de madera, las ratitas de Concha, las fundas de ganchillo para el papel higiénico, la muñeca legionaria, las baldosas de Aquí vive un hincha del Madrid y, en suma, toma la imagineria que pensarse pueda. Hace muchos años, en mi primera visita a esa maravillosa ciudad que se llama Barcelona y en la que tengo muchos y buenos amigos, unas muchachas con las que pretendíamos ligar (con más voluntad que acierto todo sea dicho) se mostraban indignadas contra Madrid porque, según decían, la venta de coches en Catalunya se ralentizaba con objeto de que las matrículas no fueran por delante de la pérfida capital de donde procediamos. Yo me quedé pasmado ante tal agravio. Eran los años ochenta y a aquellas jóvenes lo que más les preocupaba era semejante nimiedad. Qué suerte dije para mi; ese debe ser su mayor problema, aquí no hay paro, ni inseguridad, ni gente en la calle, sólo coches con relucientes matrículas. Las cosas no deben haber cambiado mucho cuando, veinte años después, algunos se dedican todavía a legislar y a robarse tiempo con tantas tonterías, diferenciales, pero tonterías al fin y al cabo. Si alguien cree que esto es una crítica a Catalunya o a su soberanía para defender lo que le venga en gana siento su equivocación al entenderme o mi torpeza al expresarme.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Conozco Barcelona y me gusta ir de vez en cuando.Antes iba casi todos los años, ya voy menos, pero como tú tengo buenos amigos y hay muchas cosas que me gustan.
No soporto a los niñatos o no tan niñatos que sin bandera no son nadie.Los de allí y los de aquí.

cambalache dijo...

Si la verdad es que a mi lo de las banderas nunca me ha dado buena espina. Demasiadas barbaridades en su nombre. Un saludo