27 de marzo de 2006

Cerdos con cara de besugo

Hasta aquí podíamos llegar. No tienen otra cosa que hacer los científicos americanos, tanto estudiar, tanto investigar, tanta probeta y tanta leche para malgastar el tiempo en convertir a los estupendos cerditos en aburridos pescados azules. Vamos, no es tal cual, pero el caso es que, según he podido colegir de la noticia, ahora resulta que estos tipos han logrado que te comas un cochinillo y su deliciosa grasa ni siquiera engorde tus lorzas. No hombre, no. Grasilla por la comisura, chupeteo ruidoso de los huesecillos, hociquillo churruscadito y humenate, miga de pan refregando la bandeja y colesterol, mucho colesterol. Anda que no habrá problemas en el mundo para que estos sabios pudieran ejercer sus conocimientos; pues no, van y se dedican a tornar la rica panceta (con pelito de esa rica) en una lonchita benévola e insípida. Un gorrino es un gorrino y se acabó. Y si usted, buen hombre, quiere llevarse al coleto unas acelguitas y una pescadillita hervida con un poco de limón proceda, pero no nos toque a nuestros mitos. Siempre he dicho que del cerdo me gusta hasta el carácter y bien que me cuesta rebajar la grasilla luego en el gimnasio para que vengan ustedes a darme el coñazo con sus inventos.

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