30 de enero de 2006

Ole, ole y ole


Como siga así, Candela va a tener que ampliar el salón de casa para colocar los 'muñecos' estos que tanto les gustan a las gentes del cine. Claro que Candela es otra cosa. Al menos para mí que tengo la enorme suerte de haberla conocido interpretando su mejor papel, un personaje que borda sin que ninguna cámara de frente o perfil esté delante o detrás para captar esos instantes. Son los fotogramas o las secuencias que uno ha tenido la fortuna de compartir por nuestro barrio común (ambos bastante hartos de él sinceramente) o acodados en alguna barra compartiendo cañas y conversación. No han sido muchas la verdad pero más que suficientes para discernir cómo una tipa estupenda es capaz de aunar su inmenso talento con su asombrosa naturalidad y modestia. No es una teoría científica pero el tiempo y los lugares por los que he ido transitando me han llevado a la conclusión que a mayor aptitud creativa menos dosis de gilipollez adornan al personaje. Hay numerosas excepciones pero siempre recuerdo un casual encuentro con el profesor Aranguren en un aeropuerto (yo aerofóbico perdido y él viendo la vida desde el burladero de su sabiduría) y una fluida conversación que de tan simple y cotidiana me llevó a la conclusión que aquel verdadero intelectual era una persona que pasaba por la vida dejando huella y no levitando. Frente al pelotón de 'culturetas' y 'solapistas' de libros, artistillas plásticos que creen que una boñiga adornada con un palillo debería sustituir a la Puerta de Alcalá por el simple hecho de transgredir, actorcillos que se creen Marlon Brando porque de pequeños jugaban muy bien a las películas y salieron muy vistosos en el vídeo de la boda de su hermana, la humildad de otros, que de verdad son grandes en aquello que han elegido, reconforta. No hace muchos días me crucé con un vecino que, entre admirado e indignado, me recriminó no haberle informado de la publicación de mi novela y haberse enterado por los periódicos. Imagino, y creo que imagino bien, que el buen hombre, en el caso de ejercer el noble oficio de carpintero, tampoco me hubiera informado a mi de lo bien que le había quedado una silla. Es una exageración pero no deja de ser curioso esa reverencia a lo que no deja de ser un oficio. Tampoco milito en el extremismo de aquellos que mecanizan tanto la actividad artística pues bien es cierto que las emociones que puede provocar una sublime interpretación (caso de la de Candela en 'Princesas'), un hermoso cuadro (en mi caso los escalofríos que me han producido varias obras de Clavé) o un maravilloso poema no te las proporcionan, por ejemplo, las zanjas salvo que seas Gallardón, claro está. Vaya que a todos los mencionados un consejo gratis y plagiado de una greguería de Ramón: "Lo verdaderamente importante en la vida es no estar muerto". Y bueno, a lo que iba Cande, que te lo mereces, que eres un sol y que cada día estás más guapa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me uno
A todo