Una firma, porfa

Llevaba días siguiendo el rastro de cualquiera con cara o mínimo aspecto de democráta y no acababa de encontrar las mesas petitorias que el PP ha repartido por España (bueno, si algo queda, claro) para solicitar un referéndum. A estas alturas la verdad es que no sé que piden; algo que, por otro lado, tampoco me desvela. A lo que iba. Que llevaba estos días de inaguantable desazón y cuando menos me lo esperaba allí estaban ellos. Unos democrátas de toda la vida que, por la edad media (en minúscula) de los peticionarios, ha sido longeva y Dios quiera que por muchos años. Claro que alrededor, agachados para estampar la firma, tampoco le iban a la zaga un grupo de venerables ancianos y ancianas. Unos firmaban contra los catalanes, otros contra Zapatero, otros por una España grande y libre (así se lo oí en la radio a una señora que con esos antecedentes imagino que creyó que un referéndum era el nombre en latín de una lavativa) y otros, imagino, porque creyeron que se sorteaba un viaje a Cancún. Desde luego don Mariano ya puede estar contento. No todos los días te firma contra el Estatut Spiderman o Piolín que, como todo el mundo sabe, siempre se han opuesto de forma furibunda a esta modificación. Todavía resuenan los ecos de las grandes broncas sobre el asunto que Piolín ha mantenido con Silvestre; un gato separatista que se llevaba todas las hostias con todo el merecimiento. A este paso, aconsejo a los responsables del PP (quizás no debería utilizar tantas contradicciones) que echen mano del último censo a ver si la cosa sale rana y salen más afines que habitantes. En todo caso, el rigor de esta recogida de firmas obliga a tener un respeto, probablemente mucho más del que muestran estos demócratas de pacotilla con las instituciones. Y ahora voy a firmar con el nombre de George Clooney y dejar el teléfono que nunca se sabe.