5 de noviembre de 2005

Od(i)a a la tuna

Nunca entendí cómo nos dejaron entrar en Europa sin proscribir antes a la tuna. Este desahogo bien podría haberse escrito hoy, ayer, hace unos años o dentro de unas semanas. Es tan atemporal como estos chavalotes de singular gracejo que pueblan los mesones y las calles adoquinadas de las ciudades. Si hoy viene a cuento es porque, camino de casa, he visto a un grupo de ellos posando con su inigualable donosura para hacer las delicias de unas damas de allende los mares. Sólo pensar que este recuerdo fotográfico pueda inducir a pensar a quien lo vea lejos de esta nación de naciones o como coño se denomine que todavía andamos con esas calzas ridículas haciendo el canelo me pone los pelos como escarpias. Es lo que tiene el ardor patrio. No sé si será una verdad científica, pero desde que andan sermoneando sobre la indisoluble unidad de la patria me parece que veo más tunos esparciendo caspa por ahí que antes. Sin ir más lejos, cerca de dónde hoy se realizaba esa inolvidable instantánea, un grupo de personas participaba en un acto de afirmación nacional frente a la sede de la Presidencia regional. No sé, porque no la he visto, si 'Espe' ha salido al balcón a hacer la ola o si esos tunos-tunantes han ido a rondarla porque seguro que 'Espe' es de esas que se derriten al son de Clavelitos. Es un hecho constatable que muchos tunos ya lo eran en tiempos de los grises. Vaya, que cuando algunos compañeros salían a la calle a pedir libertad, ellos ya estaban afinando la bandurría. O dicho de otra manera, mientras Raimon cantaba 'Al vent' ellos ya estaban dando la tabarra con lo triste y sola que se quedaba Fonseca (¿quién cojones es Fonseca?). La veteranía suele recaer en el tipo que, sin ton ni son, se golpea la cabeza con la pandereta y que, a menudo, luce luengas y canosas barbas. Quizás haya sido ese castigo neuronal derivado de esa tontuna lo que les lleva a manternerse durante trienios en esta secta. Y lo peor es que, encima, tienes que poner buena cara cuando interrumpen la ingesta de alguna patata ali oli o de algún trago de vino y entran a saco cantando mesa por mesa, picando de las raciones, guiñando el ojo a tu churri y ondeando sus cintas multicolores decoradas con sesudas citas y dedicatorias. De qué poco sirve el derecho de admisión.

1 comentario:

Librería Méndez dijo...

¿No lo dirás por unos "muchachos" que había el otro día en la Calle Postas?.
Salud.