20 de noviembre de 2005

Match Point

Woody Allen presenta Match Point como un testimonio cinematográfico del poderoso influjo de la suerte en la vida de las personas. La última película de este genial tipo poco dado a las vanidades de su gremio es mucho más que eso. Para empezar, es una historia narrada con pulso de maestro, con un ritmo tan preciso que, como ocurre en las mejores obras literarias con las palabras, sales de la sala con el convencimiento de que ni sobraba ni faltaba ningún fotograma. Match Point habla de lo apacible que es el calor y de lo atractivo que es el fuego. O, dicho de otra manera, de la lucha entre la razón y la pasión, entre lo que resulta más conveniente y lo que resulta más tentador. Un profesor de tenis que alcanza el éxito laboral y económico a través del matrimonio se enfrenta al fruto prohíbido de una mujer exuberante (ciertamente exuberante y sensual Scarlett Johannson). A partir de ahí el dilema. Una situación cómoda y desahogada, la esposa fiel, el deseo de maternidad frente al deseo carnal e irreprimible. Preservar la cordura o perder la cabeza. Allen conoce la psicología humana como nadie. De una u otra manera, en mayor o menor grado, te hace removerte en la butaca aguijoneándote con diálogos y situaciones que resultan de todo menos ajenas al espectador. Nos sacude a menudo de la confortable atmósfera en la que te envuelve a veces la rutina aunque ésta se revista de casas caras y todo tipo de lujos. Todo esto lo cuenta Allen con absoluta sabiduría y, en momentos puntuales, con imágenes absolutamente sublimes. El plano del anillo rebotando sobre la barandilla del puente evocando la pelota de tenís sobre la red y la incertidumbre sobre de qué lado caerá bastaría por sí misma para evidenciar que Woody Allen es un cineasta con mayúsculas y que Match Point sea acaso una de sus obras maestras.

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