Esperanza Aguirre se ha confeccionado unas listas de espera a su medida, imagino que como los trajes de chaqueta, para no tener que cumplir su promesa y dimitir. Se ha gastado una pasta gansa (con el dinero de todos, por supuesto) en una campaña de publicidad en la que una voz engolada y solemne asegura que ningún madrileño debe esperar más de 30 días para operarse. Si la risoterapia es tan eficaz como algunos aseguran muchos pacientes no tendrán que pasar ni por el quirófano de las carcajadas que les provocaran semejante disparate. Lo malo es que no tiene gracia. La promesa de Aguirre fue más propia del primo de Zumosol que de un político sensato. Ni tenía necesidad de hacerlo ni tiene necesidad de hacernos pasar ahora por tontos. Poco a poco su consejero de Sanidad ha ido acotando los requisitos de tal manera que las cuentas, manipuladas, tergiversadas, maquilladas y, en suma, engañosas, les salgan para salvar la cara. El Gobierno de la marquesa-presidenta ha estado más preocupado de la contabilidad que de los pacientes. Aquí lo importante no es que se recorten las listas sino que yo me atrinchere en el cargo. No sé de que presume la presidenta. Basta ir a las salas de urgencias de los hospitales o conocer de primera mano uno y cien casos sangrantes para que tanto ella como quien corresponda metan la cabeza en un hoyo y no alardeen tanto de una situación que sigue siendo penosa. Unos excelentes profesionales de la sanidad y unos nefastos gestores de la cosa pública. Doña 'Espe' se ha hecho hoy una foto de familia con todos sus consejeros para celebrar sus dos años en el poder. Me juego lo que sea a que saldrá muy sonriente. Y yo que sigo sin saber de qué se ríe la presidenta.
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