2 de octubre de 2005

Tributo a Lobo Antunes

Se acaba de publicar en España la primera novela de António Lobo Antunes, Memoria de elefante y es una inmejorable excusa, aunque me hubiese servido cualquiera, para volver la vista al grandísimo escritor portugués. Lobo Antunes es grande porque es una voz única, inimitable y alejada de todo aquello que no sea su propio universo, intrincado, complejo y denso, pero absolutamente sublime. Tengo en un lugar privilegiado de mi biblioteca todas sus novelas ordenadas cronológicamente, desde esta primera que ahora ve la luz aquí hasta Yo he de amar una piedra, por el momento la última de ellas. Por el camino quedan miles de páginas impregnadas de dureza y vida que, en muchos casos, viene a ser una redundancia. El amor, la muerte, la guerra de Angola, una de sus obsesiones, la dictadura salazarista o las tinieblas de la droga. A veces pienso que Lobo más que literatura compone música. Está tan alejado de los cánones habituales de la novela que a menudo no podría explicar de qué tratan sus obras. Es tal el caudal de belleza en sus palabras que el armazón, la trama o como se quiera llamar queda en un segundo plano. No se trata de saber qué pasa con tal o cual personaje sino de dejarse envolver por la abrumadora maestría literaria de Lobo Antunes. Esta invitación a la lectura del gran maestro portugués me ha costado no pocas 'enemistades'. Es cierto que es duro de leer, tan cierto como que no hay nadie que alcance el vigor narrativo que él posee y que le hace totalmente distinto. Eso es, al menos para mí, lo que distingue lo bueno de lo mejor; al artesano del artista. Seguramente muchas personas con cierta aptitud pueden copiar un cuadro pero sólo unos privilegiados son capaces de destrozar el pasado para erigir un futuro. Le pasó a Picasso y le pasa a Lobo Antunes. Espero que cuando le den el Nobel, sin duda nadie lo merece más, los que acostumbran a subirse al carro y ejercer el 'solapismo' en los grandes almacenes recuerden en sus loas que el psiquiatra luso está bastante inmunizado. Ya lo dijo una vez: "Antes nadie quería mis libros, ahora me pongo a cagar y me aplauden".

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