Aunque no me vean tengo los ojos 'pixelados' (qué moderno me he vuelto) para que ustedes no me reconozcan e insulten por la calle. No todos, ya lo sé. Voy a proceder a una confesión que requiere ciertas medidas de precaución. Soy un forofo. Sí, sí, un forofo enardecido. Mañana, día señalado en rojo en el calendario futbolero, respiraré hondo antes del derby, desentumeceré mis dedos, acopiaré los pistachos y las aceitunas sin hueso (por lo que pueda pasar) y me arrodillaré en el reclinatorio de mis pasiones. Hace tiempo, y aún hoy no se ha extinguido esa plaga, leer un libro y gritar como un poseso por un gol en el último minuto eran actos científicamente incompatibles. En defensa de mi honor, escueto por otra parte, diré que jamás escondí esta efervescencia. Me he quedado ronco por animar a mi equipo, se me han humedecido los ojos en más de un partido, tengo en mi armario el 'kit' completo de hincha (bufanda, camiseta y gorra en mi caso) me sé de memoria alguna alineación y he sido capaz de adelantar dos días un puente para ver un partido. En fin, una calamidad. A mi lo que me hubiera gustado de verdad, si esta sangre latina me lo hubiese permitido, es hacer 'solapismo' en el VIP´s con los libros de moda para tirarme el rollo, venga o no a cuento, en alguna tertulia de calado o aprenderme de memoria el nombre del director de fotografía de una película macedonia. He de decir, sin rencor, que, con el enemigo del borreguil fútbol como excusa, surgió una generación de 'culturetas' que, en efecto, no hablaban de fútbol porque no sabían hablar de casi nada. Como mucho, si el intelecto les daba para tanto, se limitaban a reprocharte tus aficiones con un latiguillo: "No sé cómo te puede gustar el fútbol". La razón de este enigma radicaba en que, con mis debilidades, me definía de izquierdas, leía con voracidad e incluso escribía con cierta aptitud. Obviamente el poder mantener una conversación fluída en vez de rebuznar o eructar con tufillo a chorizo de Salamanca me descalificaba para ser un forofo. Ahora, en el umbral de un derby, sigo leyendo, escribo y hasta publico y me sigue apasionando el cine, pero, eso sí, mañana, durante dos horas, no estaré para nadie.
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