Quizás así, de sopetón, con esta tiranía de la inmediatez no nos demos cuenta, pero con los años la Historia, escrita con mayúsculas, le hará justicia. Entonces los párvulos y adolescentes leerán en sus libros de texto como este hombre de aspecto bonachón y cara de haber sido un competente monaguillo salvó a España del veneno separatista. Desde su despacho de Telemadrid, faro y guía de la insobornable unidad de la patria, su director general se conjuró para convertir una televisión pública en el bastión de España. Al momento me temí que nos iban a emitir en blanco y negro hasta el Teletienda o que iban a interrumpir el fútbol por la inauguración de un pantano por parte de Esperanza Aguirre, pero no. Todo sigue en color salvo una gestión gris y bochornosa que ha convertido un servicio público en el cortijo de una presidenta que, de manos del capataz, recibe antes las cintas de video para que dé el visto bueno a su emisión. Pasó con el reportaje sobre el 11-M. En bandeja de plata le fue servido a doña 'Espe' con une mensaje manuscrito que se resumía en ¿te gusta así, presi o manipulamos más? No crean que bastó. Él sigue en su cargo con ese complejo de Alfredo Mayo en ¡A mi la Legión! dispuesto a salvar a España de las garras de los nacionalismos. En Telemadrid se manipula, se es servil con el poder y a los profesionales que intentan preservar su dignidad por encima del sectarismo los condenan a las tinieblas. Mientras tanto, la dueña de la finca se echa las manos a la cabeza porque la deniegan otro canal. El argumento es que se priva a los madrileños de una pluralidad informativa. La realidad es que su única intención es duplicar la grosera manipulación de un medio público al que han convertido en un coto privado de caza.
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