He tardado unos días en dar la cara porque, sinceramente, se me caía de vergüenza. Hasta ayer tenía una razón doméstica e intrascendente. El sábado fui en chandal a Ikea y no contento con ello me atreví a colaborar en el montaje de una estantería. Para lo que hemos quedado los intelectuales de vanguardia. Desde ayer el sonrojo es aún mayor. No es que haya colgado unos dados de peluche en el espejo retrovisor. Qué va. Ojalá. Mucho peor. Mucho más grave. Asistí al minuto de 'silencio' más bochornoso que recordar pueda y, por desgracia, ya he estado en muchos actos de esta naturaleza. Allí estaban aquellos que llaman exaltados aunque en realidad son energúmenos. Allí estaban las señoras de cabello cano y lacado enseñando como hienas sus dientes postizos de porcelana cara. Allí andaban los patriotas llamando maricón a un concejal, llamando asesinos a políticos elegidos en las urnas, llamando hijos de puta a todos aquellos que piensan que la intolerancia no es la solución sino la parte más importante del problema. Allí estaban los rostros de odio que no deben distar mucho de los que modelan los terroristas cuando aprietan el vil gatillo. Sentí asco. Mucho asco. Allí estaban ellos pero también quienes alientan su intransigencia. Quienes riegan cada mañana las raíces de su ira. Allí estaban en silencio, con ese rictus institucional que se les pone cuando quieren aparentar lo que ni han sido ni serán capaces de ser jamás. Por muy cerca que estén las elecciones, por mucho temple impostado que les requiera la cita con las urnas ya no engañan nada más que a quien quiera vivir en la presunta placidez de no pensar por su cuenta a ver si se va a llevar la contraria. Allí estaba Acebes, allí estaba Astarloa, allí estaba el PP. No era momento para sonrisas pero a buen seguro que alguno se tuvo que llevar la mano a la comisura de los labios para contenerla cuando esas bestias pedían la dimisión del presidente. No les culpo de las barbaridades ajenas pero sí de sus propias imprudencias. A las pocas horas de enterrar al joven asesinado por los fascistas de ETA, el alcalde de un pueblo leonés clamaba que de este atentado era más culpable el Gobierno que los terroristas ¿Adivinan a qué partido pertenece? Luego nos echaremos las manos a la cabeza, pero a mí ya no me basta con tanto tic de hipocresía. (NOTA: No les quiero dar mucha envidia pero mañana parto hacia las playas del Sur, intentaré estar en contacto; en caso contrario saludos y hasta el lunes)
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