23 de febrero de 2009

UN CRUCE EXTRAÑO

Uno entiende que un ministro dimitido en España sea un ser más extraño que un cruce entre un ornitorrinco y un urogallo. Empero, tampoco parece conveniente pasarse de frenada. A ver si ahora resulta que le tenemos que poner a Bermejo una placa en el coto de Doñana y otra en el Tribunal de la Haya en su doble condición de jurista y cazador. Aunque no sea pescador debería saber de cualquier modo el lugar por donde muere el pez. Así se hubiera ahorrado hace un par de días decir con solemnidad que no se iba porque tenía que servir a España. Si cuatro y ocho horas después uno se aliguera bien puede invitar a pensar que ahora la patria le importa una higa. Esto no pasaría si, a los cinco minutos de defecarla grandemente, él y cualquier otro lo admitieran, saludaran al tendido y se retiraran a sus aposentos. No pasa nada. Todos nos equivocamos. Únicamente nos diferencian las consecuencias de los errores. Uno bien puede picar una zanja en un sitio indebido y ser despedido. Normalmente, eso sí, te importa bastante menos que si eres ministro. No sé por qué será, la verdad. Lo que cuenta es que, aunque tarde, lo ha hecho. Mariano, Rajoy digo, ha suspirado aliviado. Tal era su grado de regocijo que al principio de conocerse la noticia, igual perdido en un aldea gallega adonde le han mandado a hacer campaña, creyó que la que se iba era Espe. "Ya era hora", exclamó. Luego también le valió la fórmula para Bermejo. También sería útil para Fabra aunque don Carlos no haya dimitido ¿Qué dice Rajoy a esto? Se ha ido un ministro acusado de inoportuno y en las filas del PP se quedan en el cargo hasta que, por el qué dirán, renuncian a él camino del cadalso. A ver si va a ser cierto que no todos son iguales. Y eso que los dos Marianos tienen barba. 

1 comentario:

Likuid dijo...

El patetismo de nuestra clase política es tal que incluso algo tan raro como una dimisión es motivo de disputas.