24 de julio de 2008

CULTURA DE LENTEJUELAS

Hay metáforas que valen por todo un poema, pinceladas que engrandecen un cuadro o regates que iluminan un partido de fútbol. También hay políticos que se retratan por lo que hacen por mucho que quieran aparentar lo que no son a través de lo que dicen. El alcalde de mi ciudad se gastó setecientos mil euros en una hora de función de La Fura, cuatrocientos mil euros en media hora de cohetes navideños a la puerta de su Palacio pero ahora niega siete mil euros para llevar a cabo una muestra de teatro y circo en la calle. Ya no hay dinero. Qué raro. Ya dijo Bergamín aquello de si fuese un objeto sería objetivo pero como soy un sujeto... Pues eso. Y yo no puedo ser más subjetivo porque quienes se dejaban el tiempo, el esfuerzo y su propio parné en sacar adelante esa muestra son amigos. Buenos amigos. Por eso, quizás por una vez y sin que sirva de precedente, sé de lo que hablo. Durante cinco años, con enormes dificultades pero aún más ilusión, las dos asociaciones culturales han llenado las plazas del barrio de sonrisas y asombros de mayores y niños. No me voy a poner cursi. Podría decir que la felicidad de un crío no tiene precio pero sé que los recursos públicos son los que son y se gastan en lo que se gastan. Y aquí, en este Madrid de hoy, se dilapidan en lentejuelas culturales y se escatiman a quienes creen que la cultura no es un escaparate en el que pegar la nariz para ver qué hacen otros. A aquellos que creen que la cultura es vida, participación, comunicación, intercambio de pareceres, mestizaje y, en definitiva, calor humano. Acaso sea el castigo a quienes reniegan de una política teledirigida manejada desde el poder público con el mismo rasero que si fuera una agencia de contratación privada. Es muy fácil confeccionar un cartel de los Veranos de la Villa plagado de galácticos de la escena. Sólo hace falta dinero. Ni más ni menos. Lo complicado es convencer a un chaval de Villaverde de que la música puede ser una opción de vida. Más complejo aún cuando lo único que se le ofrece es ir a ver a un artista consagrado a cincuenta euros la entrada. Es lo que hay. Un concepto elitista en el que todo gira en torno al espéctaculo de relumbrón a cuyo final el alcalde se acerca a saludar al grandísimo artista ¿Saben que nos gastamos en un solo concierto de Barenboim más de lo que recibe en todo el año la banda municipal? ¿Saben que no pueden salir a dar conciertos fuera porque no tienen medio de transporte? Eso sí. No es lo mismo una foto de un Gallardón sonriente junto al afamado director de orquesta que hacerse otra con un señor con bigote que toca el trombón. Dónde va a parar ¿Quién va a sacar una fotografía de una niña con una flauta dulce? ¿O de un mimo a quien no reconocen ni en su casa? Qué ordinariez, por Dios.

1 comentario:

paredes dijo...

¿Cultura? ¿qué es eso?...Votos, votos y más votos.El famoseo vende .